Dice que cocina como pinta: “No empiezo con un boceto o dibujo; directamente pinto sobre el lienzo. A mí me lleva la mano... Hago lo que me sale; no está calculado nada. En todo veo la descomposición de la luz y lo pinto. Me gusta interpretar lo que veo. Soy muy impulsiva, demasiado quizá –reconoce–. Tengo mucha fuerza en el interior”. Y la pintura es para ella un buen canal para sacar esa fuerza interna.
“Me gusta mucho la mirada, sacar la expresión de las personas, sobre todo las miradas de la gente de África”
Carmen Zambrano (83 años) nació en Sevilla, pero lleva desde que tenía 20 años en Madrid. “Soy hija adoptiva de Madrid y de Boadilla”. Aquí lleva viviendo 50 años.
Su marido murió hace 4 años y ha encontrado en la pintura (desde entonces más que nunca, porque lleva pintando desde que sus hijos empezaron el colegio), un pequeño refugio que la distrae. Ellos y la familia (tiene 10 nietos) son su primera pasión. Y la pintura, la segunda. “De tanto limpiarme las manos con aguarrás ya no tengo ni huellas dactilares”, se ríe.
El covid truncó la exposición que tenía programada para abril de 2020, suspendida por la pandemia. Vuelve ahora con una veintena de obras a la sala de exposiciones del Centro de Formación. Una muestra con un fin solidario: el importe íntegro de las obras que se vendan irán para Cáritas-Boadilla Solidaria.
¿Qué te gusta pintar?
“Me gusta mucho la mirada, sacar la expresión de las personas, sobre todo las miradas de la gente de África. También la naturaleza, el mar, los árboles... que son la escultura más hermosa que hay”, nos cuenta.
Es de técnica mixta (oleo y acrílico) y pincelada gorda, “salvo en los retratos y las miradas, en los que soy más detallista”, aclara.
Se describe asimisma como una persona “muy positiva. Me gusta transmitir alegría”. Además de pintar, le gusta bailar, escribe frases y prepara el libro con sus recetas. “Me lo están pidiendo todos en la familia”, asegura.