Reportaje

Sofía Díaz: "El deporte hace madurar"

Acaba de ganar el Campeonato de Europa 2018 con la Selección Española de Waterpolo femenino. Su trayectoria deportiva comenzó en el CD Natación Boadilla. Ahora, su sueño es jugar en unas olimpiadas. Toda una inspiración de tesón, constancia y pasión por el deporte. Así es Sofía Díaz, una joven vecina de 19 años.

 

Desde bien pequeña, ella y sus hermanos empezaron a ir a los cursos de natación del Club Las Encinas de Boadilla. Ahí nació su pasión por el agua y por el deporte. Enseguida pasó al Club Natación Boadilla, donde su entrenador empezó a introducir el waterpolo, deporte del que Sofía (19 años) se enamoró. ¡Tanto como para dejar la natación!  “Vi que me gustaba más chutar el balón y estar en un equipo, y no nadando sola todo el rato, dándole vueltas a la cabeza”, explica Sofía.

Hace dos años la fichó el Club Natación Madrid Moscardó (CNMM), y desde entonces no ha dejado de mejorar como deportista. Con su equipo llegó a ser cuarta en División de Honor en la liga del 2016-17. Y con la Selección ha ganado este año el Campeonato de Europa. 

El waterpolo femenino sigue siendo un deporte minoritario y en Madrid, al menos, dispone de muy pocos apoyos económicos. Por eso, el año pasado, que cursaba 2º de Bachillerato, se centró en perfeccionar su inglés con la intención de irse a Estados Unidos, donde estudiar una carrera universitaria y continuar practicando un deporte a nivel profesional es mucho más sencillo. “Desgraciadamente es así –afirma–. De mi equipo nos vamos siete a Estados Unidos. A mí me han concedido una beca completa para estudiar y seguir jugando en Nueva York. Voy a poder hacer las dos cosas que más me gustan: estudiar Criminología y continuar jugando waterpolo de alto nivel”, nos cuenta.

Sofía sueña con jugar todo el tiempo que pueda al waterpolo profesional (en este deporte hay jugadoras de hasta 35 años),
y por supuesto competir en unas olimpiadas.

Sofía, que comenzará su aventura norteamericana el próximo mes de enero, sueña con jugar todo el tiempo que pueda al waterpolo profesional (en este deporte hay jugadoras de hasta 35 años), y por supuesto competir en unas olimpiadas. 

Cuando le preguntas si tanta entrega a este deporte le ha condicionado su vida social, responde con seguridad: “No, en absoluto. Mis verdaderas amigas también juegan al waterpolo, así que tenemos el mismo tipo de vida”. Los entrenamientos, incluso las temporadas de concentración, las unen aún más. “Nosotras tenemos un lema – explica– y es que las cosas que pasan en el agua se quedan en el agua. Este es un deporte de contacto, y eso se tiene que quedar en el agua. Un equipo unido, que se lleve bien, que confíen las unas en las otras, se nota un montón. De hecho, creo que por eso hicimos un Campeonato de Europa tan bueno. No sólo llevábamos concentradas un mes y medio en el Centro de Alto Rendimiento, sino que éramos todas muy amigas, y eso se notó en los partidos”, relata.

Dedicarse al waterpolo de alto nivel desde tan joven le ha aportado madurez. “He vivido situaciones que, llevando una vida más normal, no creo que se hubieran producido”.

Y prosigue: “Cuando estaba en el equipo de Boadilla, por ejemplo, tuve que decidir si dejaba a todas mis amigas para irme al Moscardó y mejorar como deportista. He tenido que pensar en mí misma muy pronto y afrontar cambios que, aunque fueran mejor para mí, eran dolorosos. Eso por no hablar de viajar sola en avión o renunciar a mis planes de verano para estar de concentración (donde solo entrenas, comes y duermes). Pero no me arrepiento, el waterpolo ¡me apasiona!”, nos cuenta. 

Acabamos nuestra charla con una sesión de fotos en uno de los parques de Boadilla (otoñal a más no poder), y le pregunto si es complicado comenzar con este deporte. “Solo hacen falta ganas –dice–, querer el balón, querer marcar un gol. ¡Y que te guste el agua, claro!” (ríe).