Amantes de los volcanes, han visitado muchos en distintas partes del mundo, pero en actividad como este, ninguno. Así que, de regreso a Boadilla, no pueden ocultar la contradicción que supone su fascinación por haber asistido “a un fenómeno natural de una belleza increíble, con las terribles consecuencias que está provocando a cientos de familias que lo han perdido todo: su casa, sus pertenencias… de repente”, reconoce Felipe.
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María y Felipe, dos vecinos testigos del volcán de La Palma
En su hotel, en Fuencaliente, al sur del volcán, había alojados policías, guardias civiles, militares de la Unidad de Emergencias, personas evacuadas… “Solo viendo su cara, sabías quién era una persona evacuada por el volcán. Por su expresión de tristeza o estado de shock, porque no saben qué va a ser de su vida ahora”, asegura.
Allí conocieron a una mujer “que tuvo que abandonar su casa en cinco minutos. En ese momento, en lo único que pensó fue en sus perros. Los recogió y se fue de casa con lo puesto… Nada más: sus perros. Poco después, desapareció todo bajo la lava”.
También a una pareja de jubilados madrileños que había vendido su casa en Madrid y se habían retirado a vivir a La Palma hace tres meses. Estaban de alquiler, pero también el volcán se llevó su nuevo hogar con todo lo que tenían dentro.
El matrimonio boadillense estuvo visitando la isla sin problemas, viendo el volcán y siento testigos directos del avance de la colada de lava, las explosiones, la presencia de los medios de comunicación, vecinos y turistas, todos ellos arremolinados en los distintos miradores improvisados…
En su hotel se desalojó únicamente a los extranjeros. Pocos días después, con el aeropuerto aún cerrado por la ceniza, abandonaron la isla en barco a Tenerife, para desde ahí coger el avión de vuelta a Madrid. Sin duda alguna, una experiencia inolvidable, reconocen. De hecho, mantienen contacto diario con varias de las personas afectadas por el volcán que conocieron esos días.
