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Los costes de la enseñanza

 

 

En los países avanzados, la enseñanza es un derecho reconocido por la Constitución, y es obligatoria. Por lo tanto, es un deber hasta los 16 años. Se considera, acertadamente, que en una sociedad del conocimiento, la educación es un factor decisivo de promoción social. Y, por el contrario: la falta de una formación básica es un factor clave de exclusión. Se afirma también que una sociedad que mejora en sus niveles educativos es más competitiva y más capaz de enfrentarse a la recesión.

 

En España, el Estado es responsable subsidiario de los gastos de la enseñanza y lo realiza a través de dos sistemas: público y concertado. Ahora, en los tiempos en que toca revisar la eficiencia de todos los gastos que sufragan los Presupuestos del Estado, comienza a crecer la idea de que nuestro sistema educativo genera unos costes crecientes que no llegan a garantizar buenos resultados. También crece la idea de que los recortes en enseñanza necesariamente van a suponer que los resultados empeoren.

 

Es cierto que el porcentaje del PIB que se invierte en educación en España ha venido bajando situándose actualmente en el 4,7 % del PIB –52.254 millones de euros en 2011–, cifra por debajo de la media de la UE-27. Un dato que podría ser decisivo para explicar los problemas con que nos encontramos.

 

 

Más profesores por alumno

 

Pero la proporción de alumnos por profesor (y el profesorado es el principal gasto en la enseñanza) viene siendo más alta que la de muchos países de la Unión Europea con buenos resultados. En Primaria, en España, es de 13,3 alumnos por cada profesor, mientras que Alemania (17,4), Francia (19,7) y Finlandia (13,6) están por debajo.

 

Por otro lado, nuestras tasas de fracaso escolar son muy altas desde hace décadas. Un 28,9% en 2011, mientras que la media de la UE es del 13,5%.

 

Las cifras de abandono de los estudios universitarios no son menos preocupantes. Casi un tercio de los alumnos no terminan unas carreras de las que sólo pagan el 10% de sus costes. Quizá el mayor derroche sea la falta de éxito escolar.

 

Este curso volveremos a recibir los datos del informe PISA que, desde su creación en el año 2000, viene dando malas noticias. Y no parece que vayamos a mejorar.

 

 

Gastar más no garantiza nada

 

Verdaderamente, algo no funciona. Pero, no por gastar más o menos, mejora o empeora automáticamente la calidad. Otros factores son de gran relevancia y difícilmente cuantificables, como la estabilidad y la dedicación del profesorado, la configuración de verdaderos proyectos educativos o el apoyo de las

familias a la acción educativa. A ellos deberíamos dedicar todo nuestro esfuerzo.

 

Comparemos los costes de la enseñanza en los diferentes sistemas que conviven en la Comunidad de Madrid. En el colegio que dirijo, el promedio de los costes de la escolaridad en Secundaria es de 4.220 euros al año. Nadie subvenciona los gastos de las familias que, a lo sumo, pueden llegar a desgravarse 900 euros en la declaración de la renta.

 

El 16,8 % de los estudiantes madrileños acuden a la enseñanza privada y no disfrutan de su derecho a que la educación obligatoria sea sufragada por el Estado.

 

 

De manera que las familias que optan por la privada, ahorran a la Comunidad de Madrid aproximadamente 1.000 millones de euros (ya descontado el importe de la desgravación). Y no dejan de sostener con sus impuestos los puestos escolares del resto de los alumnos. 

 

Sorprende, por tanto, ver que el coste de un puesto en la ESO en la enseñanza pública, según publica el Ministerio de Educación (datos y cifras de 2011-2012), fuera de 7.045 euros al año en 2008. Y que el puesto escolar en la enseñanza concertada lo paguen entre el Estado y las familias (un promedio de 4.101 euros el Estado, 1.540 euros las familias).

 

¿Habrán caído en la cuenta de que la enseñanza privada es más barata, pero es la que más cara resulta a sus usuarios? Si podemos gestionar centros de calidad que dan un servicio satisfactorio para miles de familias muy exigentes, entonces es que la mejora de este inmenso mastodonte que es nuestro sistema educativo, se puede hacer sin necesidad de que los gastos crezcan.

 

 

La clave, formar buenos equipos de profesores

 

Y la solución no creo que esté en nuevas reformas educativas, con la avalancha de pruebas de reválida con que nos amenaza el nuevo anteproyecto de Ley de Educación. Dejemos en paz el sistema. La enseñanza mejora o empeora centro a centro. Cuando hay buenos equipos de profesores, capaces de crear un clima positivo de aprendizaje, capaces de estimular a todos para que alcancen sus metas, que involucren a las familias en un proyecto común de aprendizaje en el que el centro sea el alumno, entonces las cosas cambian.

 

Se puede dar la batalla por la mejora de la enseñanza en un contexto de recesión económica. No es un problema que dependa tanto de más o menos gasto, como de la propia actitud de las personas.