Salud

La gestión del estrés, la gran asignatura pendiente

La gestión del estrés es la gran asignatura pendiente de nuestra sociedad. Los efectos sobre nuestra salud y bienestar se reflejan, año tras año, en el aumento de todo tipo de trastornos y enfermedades relacionadas con el estrés, como indican las estadísticas y el incremento de los costes sanitarios por este tipo de problemas.

 

El estrés es una respuesta del organismo ante cualquier cambio, demanda externa o interna que se percibe como amenazante, lo que lleva a la movilización de recursos fisiológicos y psicológicos para poder hacer frente a esas situaciones. En cantidades pequeñas, es una respuesta adaptativa y hasta saludable, pues estimula a adaptarse a las diversas situaciones. Sin embargo, mayores dosis pueden perjudicar seriamente la salud.

El estrés depende de la valoración inicial que las personas hacemos de las situaciones estresantes (amenaza, daño o pérdida) y de nuestra valoración secundaria (de los recursos que tenemos para hacerlas frente). Se manifiesta en una reacción de lucha o huida, y se asocia principalmente con algunas emociones. Por ejemplo, el miedo y la ira, si bien también puede desembocar en tristeza.

Las situaciones estresantes pueden ser de muchos tipos y los efectos que se manifiestan (ansiedad, falta de energía, etc.) pueden provocar más estrés (miedo a los síntomas).

Además, las situaciones que provocan estrés no sólo son por exceso (mucho trabajo, sucesos traumáticos, numerosos contratiempos o conflictos personales) sino que también pueden ser por situaciones de déficit (falta de sentido vital, sentirse poco valorado o apoyado, etc.).

Cuando tenemos estrés pasamos por tres fases: activación, resistencia y agotamiento. Nuestro organismo, a su vez, responde de diferente manera en cada fase. A corto plazo, se producen incrementos en la tasa cardiaca, sudoración, tensión y dolor muscular. A medio plazo: efectos en la presión arterial y la aparición de problemas cardiovasculares. Y a más largo plazo: indefensión, depresión, pérdida de control, inmunosupresión, síntomas gastrointestinales, etc.

Los trastornos a nivel físico y psicológico desembocan en una mala adaptación y hábitos poco saludables (comer en exceso, insomnio, dependencia de sustancias, etc.). Pero, además, no olvidemos que el estrés afecta también en gran medida a nuestro rendimiento, por lo que no gestionarlo sería algo sin sentido en contextos laborales.

¿Qué podemos hacer?
Aunque los síntomas del estrés puedan disminuir con la toma de medicación, esto no soluciona el problema, por lo que es imprescindible solicitar atención psicológica, lo que a su vez se puede combinar con la realización de un programa de reducción de estrés y la práctica regular de hábitos más saludables.

Para reducir a corto plazo sus síntomas y conseguir resultados positivos a largo plazo, es necesario actuar, al menos, en los siguientes ámbitos: 1) las creencias limitantes, 2) los patrones de conducta y estilos de afrontamiento, 3) la mejora en la comunicación interpersonal, 4) la auto-regulación emocional y sobre el nivel de activación del organismo, 5) las habilidades de organización, gestión del tiempo y de solución de problemas, y 6) el cultivo de hábitos más saludables (ejercicio físico, sueño, etc.).