Gastronomía

Hórreos y manzanos

El otoño este año es rezagado. El tiempo se desplaza un mes y las manzanas empiezan a caer del árbol con evidente retraso. Comienza el proceso para preparar la sidra.

 

Hay que acudir a la finca asturiana, antes de que el fruto se convierta en abono orgánico y sustrato solariego. Nos dirigimos a Pola de Allande, una pequeña parroquia capital de concejo, con una población de poco más de 700 habitantes.

Estamos en la Asturias más occidental. Hace un tiempo fuera de lugar. Los pastos pintan colores ocres, discordantes con los verdes de la época, y las manzanas se descuelgan de sus ramas, que ya no aguantan su peso. Es hora de recoger la cosecha, y familia y amigos hacen acopio de los frutos.

Un vigoroso movimiento del tronco principal es suficiente para que decenas de manzanas rueden por la ladera del solar, cuesta abajo.

Una decena o una docena de sacos serán suficientes para llenar de mosto las barricas del almacén.

Tras el lavado en carretilla, la trituradora desmenuza las manzanas y se obtiene la pulpa del fruto, que torna de color a su contacto con el aire. La oxidación es casi inmediata, y por ello su traslado de carga a la prensa debe ser rápido.

Palada tras palada, el recipiente se colma. Es hora de hacer ejercicio y de sacar músculo, para, mediante giros manuales, apretar el mecanismo hidráulico. En las primeras vueltas casi no hay resistencia. La pulpa es suave y esponjosa, y el mosto escapa entre las maderas de la prensa, decantándose hacia la base y al caño que vierte en la cubeta.

El hidráulico agota su recorrido y toca elevarlo añadiendo maderas a la parte superior de la prensa. Esta maniobra se repite varias veces y provoca el relleno de la prensa con más fruto. Cada vez cuesta más hacer fuerza. La pulpa no da más de sí y agota todo su jugo.

Hay que vaciar la prensa. Se nota la fuerza de 10.000 kilos de presión que ha trasmitido el hidráulico. El fruto está compactado y varias carretillas de desechos devuelven a la tierra aquello que les ofreció. Un ciclo natural que convierte el desecho en abono orgánico que alimentará de nuevo a los manzanos.

Ya tenemos las barricas llenas. La espuma de desecho desborda la bocana superior de cada una, y ahora solo toca limpiar y dejarlas en reposo hasta que alcancen el punto óptimo de fermentación. Algo que se observará periódicamente con el densímetro.

Ahí reposará la sidra unos meses. Aproximadamente hasta que la Semana Santa anuncie su embotellado y cada botella sea cuidadosamente apilada en el hórreo familiar, que preside la finca. Nos tomamos un par de botellas de sidra con un buen cabrales de la tierra y nos despedimos del fin de semana.