Reportaje

Víctor Ochoa: “Los nuevos artesanos son los que están con los ordenadores”

El gran artista y escultor Víctor Ochoa se ha reinventado. En Original, la exposición que se puede ver hasta el próximo 15 de octubre en el Palacio del Infante Don Luis, nos presenta sus esculturas esmaltadas, de plastilina, los dibujos en los que luego basa sus creaciones… La digitalización en 3D y la impresión digital abren un nuevo mundo de posibilidades.

 

Antes de entrevistarle, Víctor Ochoa (Madrid, 1954) ultima por teléfono los detalles de los talleres que impartirá a varios grupos de estudiantes en el Palacio del Infante Don Luis. Tendrán la oportunidad de conocer su obra y el proceso de creación de una escultura. No es habitual que artistas de su talla realicen este tipo de talleres con escolares “a los que voy a enseñar la capacidad que tiene la plastilina, un material básico y a su disposición, para generar cosas artísticamente buenas”. 

“Hoy en día el material de trabajo son los archivos, que se imprimen en 3D allá donde quieras. ¡Fíjate lo que ha cambiado la escultura!”

Original es el título de la exposición de 30 esculturas y unos 50 dibujos que, desde el pasado 14 de septiembre y hasta el próximo 15 de octubre, ocupa las salas del Palacio del Infante Don Luis. Una muestra que recorre el proceso creativo de Víctor Ochoa desde que surge la idea, con los primeros esbozos y anotaciones plasmadas en sus cuadernos de viaje, pasando por dibujos más completos; hasta llegar a las esculturas, ya no en bronce, sino en plastilina o en resinas esmaltadas en color.

La exposición en el palacio es reflejo de una nueva forma de crear de un artista conocido internacionalmente por sus grandes esculturas en bronce. Ochoa explora ahora las grandes posibilidades que introducen en su terreno las nuevas tecnologías (la digitalización en 3D y la impresión digital) aplicadas a materiales como la plastilina o las resinas.

Este arquitecto que descubrió en Bellas Artes su pasión por la escultura, reside y tiene su estudio en Boadilla desde hace 18 años. Es padre de cinco hijos. Y a sus 64 años, no le faltan vitalidad y pasión por lo que hace.

Tras varios años sin hacer grandes exposiciones, en Boadilla nos sorprende con esculturas de color, de plastilina… Es una muestra de mi trabajo de este último año. La idea hace años era hacer una exposición de obras clásicas en un espacio clásico como es este palacio. Pero al final hemos optado (nos acompaña la comisaria de la muestra, Laura González Arjona) por mostrar lo que estoy haciendo. Nada que ver con esculturas de bronce. Los únicos bronces que ves aquí están en una sala (Infante) dedicada a esculturas de niños. El resto, no: hay figuras de plastilina, esmaltadas, realizadas con resinas. Mi objetivo ha sido mostrar lo que estoy haciendo, desde las primeras machas de tinta hasta que llegas al resultado final. 

"En la ópera Elektra, que se estrenó ese año en Montreal. Presidía el escenario una escultura mía de más de siete metros de altura hecha con diez impresoras en 3D trabajando sin parar durante cinco meses para imprimirla"

Nada que ver con su trabajo anterior. Se ha reinventado. Bueno, es como optar entre seguir haciendo barcos de madera o con resinas. Mi formación es absolutamente tradicional; soy arquitecto, me formé en Bellas Artes, dibujaba, escribía… pero el mundo sobre el que me estaba moviendo se extinguía. Son obras caras, con un largo proceso de creación que hay que coordinar muy bien, pesadas y por tanto difíciles de mover; y que con la crisis, las instituciones dejaron de encargarlas. Sin embargo, el cambio y las posibilidades de la aplicación de las nuevas tecnologías a la escultura son deslumbrantes.

¿Y cómo se introdujo en este nuevo mundo? Fue tras un encargo que me hicieron de una gran escultura en 2015 para la escenografía de la ópera Elektra, que se estrenó ese año en Montreal. Presidía el escenario una escultura mía de más de siete metros de altura hecha con diez impresoras en 3D trabajando sin parar durante cinco meses para imprimir las 3.000 placas que, uniéndolas, componían la obra. 

Aquello me hizo reflexionar: eran piezas que no necesitaban estar acabadas como antiguamente, sino que era luego, aplicándolas luz y color (algo que interfiere mucho en la textura), como se conseguía el efecto deseado. Y así comencé a experimentar con figuras más pequeñas, a introducir el color… 

Una nueva forma de trabajar. Absolutamente. Es una especie de renacer. La plastilina en color no es como la arcilla, un elemento vivo pero mucho más esclavo a la hora de trabajarlo. Con la plastilina puedes dejar reposar una obra, retomarla posteriormente… Una cosa en plastilina en color parece que tiene otra entidad. Luego la digitalizas en color, la puedes imprimir en color… 

“El palacio podría acoger un museo internacional de escultura manteniéndolo casi como está. ¡Voy a ver si convenzo al alcalde!

 

Ha cambiado también el concepto de estudio del escultor. Antes te instalabas en un lugar cercano a los talleres que ibas a necesitar (madera, escayolista, vaciadores, la fundición...). Ahora, vienen un par de personas con una furgoneta, con un gran escáner 3D y se llevan tu obra en un archivo. Y se imprime allá donde quieras: Sudáfrica, Bélgica, Dinamarca… ¡Donde quieras!  ¡Fíjate lo que ha cambiado! 

Ahora la distancia y dónde están tus colaboradores no importa porque tu material de trabajo son archivos. Es todo más sencillo también, porque si algo no te gusta, lo cambias fácilmente.

Pero no es que te hayas liberado de todo, porque los nuevos artesanos son los que están con los ordenadores, a los que hay que sensibilizar para que alcancen acabados superiores al propio encargo del artista, ¡que hagan obras de arte!

No le veo con muchas pintas de jubilarse, la verdad. Pues no.