Reportaje

Rocío Ramos-Paúl: "Hay que aprender a negociar"

Rocío, más conocida como Supernanny, se declara una apasionada de la psicología y su capacidad de comunicación le ha hecho ganarse un sitio en los medios como experta. Actualmente, está inmersa en la campaña ‘Menores ni una gota’. El 27 de marzo vendrá a Boadilla para impartir una charla sobre el consumo de alcohol en menores.

 

Rocío Ramos-Paúl (48) comienza a conducir el programa Supernanny en el año 2006, donde daba pautas a los padres sobre la educación de sus hijos. El éxito es tal que el programa se prolonga durante 10 temporadas, convirtiéndola en un referente educativo. Desde entonces, la podemos seguir a través de sus colaboraciones con diferentes medios de comunicación y de la publicación de sus libros.

En su día a día dirige su consulta Ramos-Paúl Psicólogos, “desde donde tomo el pulso de lo que le ocurre a la gente y vuelvo a mi pasión, la psicología”, afirma.

Actualmente está inmersa en la campaña Menores ni una gota. Más de 100 razones para que un menor no beba alcohol,puesta en marcha por la Federación Española de Bebidas Espirituosas (FEBE) y el Ministerio de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad.

Rocío ha escrito Menores Ni Una Gota, una guía práctica en la que recopila una serie de consejos y herramientas para prevenir el consumo de alcohol en menores

En el marco de dicha campaña, Rocío ha escrito Menores Ni Una Gota, una guía práctica en la que recopila una serie de consejos y herramientas con las que las familias pueden abordar y prevenir el consumo de alcohol en sus hijos menores de edad. La guía puede descargarse a través de la web http://www.menoresniunagota.es.

“La campaña está centrada en la prevención del consumo de alcohol en menores, pero también en la necesidad de establecer vías de comunicación con los hijos, que son la mejor forma de prevenir que el alcohol se convierta en un problema. Aprendiendo a no consumir, los adolescentes aprenden también a gestionar otros conflictos, tan propios de esta edad, además de sentar las bases de la comunicación que tendréis con esa persona que está dejando de ser un niño para convertirse en un adulto”, nos explica.

El alcohol y los menores no hacen buena pareja, pero es una realidad que está ahí y sobre la que hay que intervenir. Rocío explica que es labor de todos, pero también que los padres necesitan pautas de actuación.

¿Qué es lo que más te llama la atención del consumo de alcohol en los jóvenes?

Lo más llamativo es la edad de inicio, ya que empiezan a beber con apenas 14 años. En esta campaña explico a los padres que a esa edad los chavales no tienen capacidad de autocontrol, no son capaces de decir ‘no’ y parar. A nivel neurológico, todavía se están desarrollando y tienen que aprender a hacerlo. En términos generales, hasta los 18 años no son capaces de decir “hoy no salgo que sé que me lío” o “voy un rato y me vuelvo que mañana tengo clase”.

Entre los 14 y los 18 años, el criterio del grupo pesa mucho. Para decir que “no” en medio de un botellón han tenido que ensayar antes y, sobre todo, han tenido que verlo en los padres, es decir, que le hayas dicho que no a algo y lo hayas mantenido. Los padres, nos guste o no, somos modelos para nuestros hijos.

Aunque el grupo tenga mucho peso, las decisiones importantes las siguen cotejando con los padres 

¿Por qué es tan importante la comunicación?

A esta edad quieren ser más autónomos, pero los padres queremos seguir sabiéndolo todo sobre ellos, y es ahí donde puede aparecer el problema.

Determinadas actitudes solo consiguen que ellos se cierren en banda. Es decir, si nos ponemos en plan padre o madre interrogador, casi como un fiscal, ellos se van a cerrar y no van a contar nada. Entonces, si no cuentan nada, tampoco nos van a pedir opinión, ni a preguntar sobre cosas que les preocupen.

Aunque el grupo tenga mucho peso, las decisiones importantes las siguen cotejando con los padres. Por eso los padres son los responsables de establecer un tipo de comunicación distinta, una comunicación que pasa por escuchar, no juzgar y no ironizar sobre sus amigos.


¿Los adolescentes son siempre conflictivos?

Yo trabajo mucho con los padres la idea de que tener un adolescente en casa es un conflicto (casi) permanente. Y que para resolverlo ya no nos vale lo de antes, hay que aprender a negociar.

Los padres suelen llevar mal esto porque implica que ellos tienen que ceder en algo para que los hijos lo hagan en otra cosa, y así llegar a un acuerdo; es una habilidad fundamental que los padres tienen que aprender para prevenir el consumo de alcohol en sus hijos.

La empatía juega un papel esencial en todo esto, no solo de padres hacia hijos, sino también de hijos a padres. En mi consulta, por ejemplo, cuando me dicen “mi madre me ha castigado” yo enseguida pregunto, “tú quedaste en cumplir tal cosa, ¿lo has hecho?, ¿no?, entonces es tu comportamiento el que te ha llevado a ese resultado”.

Negociar es una habilidad fundamental que los padres tienen que aprender para prevenir el consumo de alcohol en sus hijos

Por tanto, no hablas de culpas sino de responsabilidades…

Eso es. Una de las cosas que los padres tenemos que hacer es poner normas y límites. Algunos padres piensan que a estas edades los chavales ya son mayores, pero en el fondo eso es evitar el problema.

Cuando las normas son coherentes, los adolescentes entienden que hay que cumplirlas. De hecho, se quejan cuando no las tienen, lo veo continuamente en mi consulta. Es necesario trabajar los límites para conseguir que sean responsables.

Cuando tengan que enfrentarse a situaciones donde esté presente el alcohol, la clave para que sepan hacerlo es enseñarles desde el principio que el comportamiento tiene consecuencias. Es decir, si llegas a tu hora, el próximo fin de semana podrás volver a salir, pero, si no, pierdes ese privilegio. Así no solo van aprendiendo a ser responsables, sino a gestionar su autocontrol.

¿Y qué hacer si nos sacan de nuestras casillas?

A ver, hay que tener claro que un adolescente es un personaje que tienes en casa al que hay que preguntar 50 veces una cosa para que te conteste a la 51. Y que además pasa de 0 a 100 en un segundo, es decir, puede estar sentado contigo tan tranquilo y al decirle que no va a una fiesta o que va a otra hora diferente, montarte un pollo que te mueres.

Uno tiene que ser consciente de que, en ese momento, es el adulto quien tiene que controlar la situación. Te diga lo que te diga tu hijo –que probablemente sean barbaridades porque no tiene control– no puedes contestarle en el mismo tono porque vas a tener una bronca tremenda que además no va a resolver nada. Tienes que dejar que grite y mantener la calma. De ese modo le estás enseñando a gestionar sus propias emociones.

A veces cuesta un poco entenderlo, porque aunque se haga todo muy bien se puede seguir chocando con un adolescente. Por eso, no pasa nada si un día nos ponemos un poco más autoritarios o soltamos un grito, mientras eso no sea la norma.

Las nuevas tecnologías han cambiado la forma de relacionarnos, pero los límites y las normas son los mismos

¿La tecnología ha cambiado las reglas del juego?

Las nuevas tecnologías han cambiado la forma de relacionarnos. Sin embargo, aunque haya cambiado el modo (ahora todo pasa por el móvil), los límites y las normas siguen siendo los mismos.

Es decir, ¿transmites a tus hijos que no se puede estar jugando online a las once de la noche porque es tarde? o ¿les obligas a dejar el móvil cuando llega la hora de la cena porque tú lo has hecho antes? Son situaciones nuevas, pero que se pueden trabajar igual de bien.

La tecnología, que tanto miedo nos da, solo necesita saber manejarla, porque también tiene aspectos ma­ravillosos: da la opción de saber más cosas, acceder a información diferente, otros entornos… y todo ello es muy bueno para el cerebro y la creatividad.

¿Y en cuanto a la privacidad?

Es verdad que hay que enseñarles que no deben colgar nada en redes sociales que no podamos ver nosotros, pero el control va en ambas direcciones. Es decir, los padres no podemos ponerle 40 mensajes el día que sale con los amigos para saber qué hace. Te contestará a los tres primeros, pero el cuarto pasará, y ¡con razón!

La clave es educar en responsabilidad 

A través de Instagram se enteran de todo (botellones, borracheras de amigos, etc). Por eso es importante que sepan que esa foto o vídeo que suben a internet se quedan ahí, y podrán verla cuando vayan a pedir trabajo el día de mañana. Eso por no hablar de qué supone a nivel legal colgar cosas sin consentimiento.

Independientemente de eso, el asunto es educar en responsabilidad como hablábamos al principio y ofrecerles herramientas para gestionar situaciones nuevas. Los padres seguimos siendo su modelo, pero con otras características.