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Kuniaki Oya: un pintor apasionado por España

Sus pinturas, inspiradas en los paisajes y rincones de España, triunfan en Japón, país en el que es un pintor consagrado y de prestigio. Kuniaki Oya lleva viviendo en nuestro país, del que está profundamente enamorado y es un gran conocedor, más de treinta años. Veinticinco de ellos, en Boadilla.

 

De un estilo a mitad de camino entre la pintura figurativa e impresionista, con una luz y matices propios de  la influencia que sobre él ejerce el entorno que le rodea, sus cuadros viajan periódicamente desde su estudio en Boadilla del Monte hasta el país nipón. Allí ya tiene cerradas exposiciones y trabajos comprometidos para los próximos diez años.

 

El pintor Kuniaki Oya (Kofu-Yamanashi, 1951) lleva viviendo en nuestro país más de treinta años, veinticinco de ellos en Boadilla del Monte. “Es un sitio en el que no hay nada tan bonito, lleno de naturaleza y con una gran patrimonio histórico al que no se le presta atención”.

 

Aquí encontró el terreno que iba buscando en cuando a condiciones de luz, ubicación y disposición para levantar el chalé que ella y su mujer, Pilar, habían soñado. Una casa blanca rodeada de jardín donde la filosofía oriental está muy presente en todos los rincones. Junto a su huerta, convive un pequeño jardín japonés y un estanque con peces. Dispone de una estancia japonesa para tomar el te. Y en su estudio, un gran ventanal –“orientado al norte, porque así las condiciones de luz son más homogéneas a lo largo del día”– inunda de luz las paredes.

 

Kuniaki nos recibe unos días antes de partir para Japón, donde tiene programadas varias exposiciones en octubre y noviembre en colaboración con la Embajada de España. Muestras en las que ya reservado tiempo para hablar con los visitantes y admiradores. “En Japón, a los visitantes de las exposiciones y compradores les gusta hablar con el autor. Por eso es habitual poner en los carteles de la exposición y folletos los momentos en los que el artista estará prsente en la exposición”.  Un contacto directo con el público que también le permite aprender cosas.

 

Lo suyo con España fue un flechazo desde el mismo momento en el que llegó a Málaga, donde se matriculó en la universidad para aprender español. “Me gusta el clima, la comida, la forma de ser de los españoles, el sol, la luz... Soy un persona optimista y aquí he encontrado un ambiente muy cálido”.

 

Desde entonces, han viajado por toda la geografía española –de la que es un gran conocedor–, Portugal, Marruecos... En sus cuadernos tiene apuntes de cada rincón visitado. Estudios que luego utiliza para sus cuadros. Pero si es necesario, vuelve al lugar que quiere pintar.

 

Caprichos del destino

 

Pero, ¿por qué España? “Estando en varias exposiciones en Japón, distintas personas y pintores que habían viajado por el mundo me sugirieron, viendo mis cuadros, que podría mejorar mucho mi estilo y color en España. Piensas entonces, cuando varias personas que, sin conocerse, coinciden en lo mismo, que eso es una voz que viene del cielo”. Así que guiado por el destino decidió hacer las maletas y viajar a un país con una gran tradición pictórica. Y aquí se quedó prendado de la historia y nuestra cultura. “Vine para dos años, pero me di cuenta de que no me podía ir justo cuando estaba empezando a conocer España”.

 

En 1981 conoció a su mujer en una comida de una peña taurina. Fue en el transcurso de una  visita con un amigo crítico de arte y gastrónomo a la localidad cacereña de Coria (Extremadura). Pronto se casaron y se establecieron en Madrid.

 

La integración en la cultura española de este ingeniero electrónico devenido en artista ha sido total. Es miembro de la Asociación Española de Amigos de los Castillos, socio del Círculo de Bellas Artes de Madrid, miembro de la junta directiva de la Asociación de la Comunidad Japonesa en Madrid. También fue representante de Artistas Japoneses Residentes en España. Y de siempre, una persona querida y admirada por los embajadores españoles en Japón, quienes consideran a Kuniaki Oya “un auténtico embajador de nuestro país”.

 

Vive por y para la pintura “25 horas al día”. En sus cuadros pinta paisajes, edificios cargados de historia, rincones y detalles  reflejo de España, principalmente. “Al principio pintaba muchas personas, pero ahora no”, afirma. Obras concebidas con mucha matemática –“hay una explicación matemática a la belleza de una flor, por ejemplo”–.  Y color.