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Artistas de aquí

 

No son todos los que están, pero sí una pequeña muestra de personas que viven en Boadilla del Monte y a las que les une su pasión por la expresión artística en sus distintas variedades, estilos y disciplinas: pintura, dibujo, escultura, grabados, encuadernación, decoración de piezas de porcelana... Artistas que, en la mayoría de los casos, tienen la suerte de salir adelante haciendo lo que les gusta y que acumulan años de experiencia a sus espaldas.

 

Ellos son Juan Arroyo, escultor y creador de obras con luz; José Luis M. de Vidales, maestro experimentado y gran estudioso de las distintas técnicas y estilos pictóricos; Patricia López-Landabaso, también pintora y profesora de esta materia en un colegio de la zona; Marta Eugenia Pérez Múñoz, pintora, grabadora y experta en encuadernación; Rosa Bastard, monitora de manualidades y decoradora de vajillas de porcelana; y Fernando Arroyo, artista autodidacta para quien la pintura y el dibujo son las aficiones que ocupan sus ratos de ocio. Esto es lo que hacen y lo que nos han contado.

Lo que sigue a continuación es un recorrido por el trabajo de seis artistas que viven en Boadilla. Personas para las que el arte es su modo de vida o una afición.

 

Juan Arroyo

 

Sus obras no pasan desapercibidas. Pero como mejor se aprecian es cuando se encienden. Lamparas que son esculturas o esculturas que son lámparas de distintas formas, colores y tamaños. Él las ha bautizado simplemente como “obras con luz”. Y la verdad es que eso son.

 

Juan Arroyo (55 años) nació en Badajoz, creció en Madrid y alrededores y ha trabajado durante muchos años en París como escultor. Ha expuesto en Francia, Italia, Austria... En su currículo podemos leer: “Después de una itinerancia formativa por varios países de Europa y América, sigue buscando algo maravilloso que todavía está por llegar”. En definitiva, un artista inconformista, al que le gusta diferenciarse y “provocar emociones” a través de su trabajo “con cosas nuevas y originales”.

 

Arroyo se ha pasado los últimos seis años, tantos como lleva instalado con su familia en Boadilla del Monte, “investigando diversos materiales (metacrilatos, fibras de vídrio, pinturas...) para poder crear las obras con luz”, que sacó al mercado hace año y medio. Y con éxito, porque lo que hace, lo vende. Como artista, prefiere mantenerse alejado de las galerías de arte y los circuitos convencionales.

 

“Para mí un restaurante es una galería de arte. Por allí pasan muchas personas a diario que van a contemplar tu obra”. Lo mismo se podría decir de grandes espacios comerciales, ferias o exhibiciones (de automóviles, por ejemplo), donde sus esculturas luminosas salpican el entorno y cobran vida. Le gusta lo que hace y cómo lo hace. Y seguirá trabajando así a pesar de los cantos de sirena para producir obras con luz en serie.

 

José Luis M. de Vidales

 

A Jose Luis Martín de Vidales (40 años) siempre se le dió bien la pintura y el dibujo. “Ya de joven mi tío decía que era un diamante en bruto”. Así que a los dieciocho años se matriculó en la facultad de Bellas Artes de la Complutense, por la que es licenciado. Formación que completó en el Estudio de Pintura Solana.

 

Desde hace dieciocho años dirige la escuela de municipal de pintura de Villaviciosa de Odón, municipio del que fue vecino hasta que se trasladó a Boadilla. Aquí abrió hace unos meses, en la avenida del Infante Don Luis, Art-3, una tienda de material de bellas artes a la vez que taller de pintura, donde imparte clases.

 

Art-3 ha marcado un punto de inflexión y salto adelante en la trayectoria artística de José Luis M. de Vidales. Compaginada durante todos estos años con otros trabajos en el sector editorial, la publicidad y del diseño gráfico, ahora ya sólo se dedica a la pintura.

 

Como estudioso de este arte, le gusta probar estilos y técnicas nuevas, como si no quisiera encasillarse. “Disfruto de cada una de las cosas que hago, sea abstracto o pintura figurativa; óleo, pastel, sanguina...”

 

Ese afán mitad arriegarse y experimentar constantemente, mitad deseo de recuperar el tiempo perdido, le ha empujado a participar en varios concursos de pintura rápida durante el último año, por ejemplo. Cuenta que “se pasa mucho frío, otras veces calor... Pero también son un reto divertido”, afirma. Tampoco le ha ido mal: en el de Ávila logró el tercer puesto; en Salamanca, el quinto; resultó finalista en Torrelodones y Las Rozas. Y en el XVIII Certamen de Pintura Rápida del Retiro, uno de los más prestigiosos, con más de 1.000 participantes, quedó entre los 25 artistas seleccionados por el jurado.

 

También le premia su público con el mejor regalo para una persona que vive de lo que crea: toda su obra la tiene vendida. Y lo que le queda, con un poco de suerte se puede ver entre las obras que expone en el escaparate de su taller y tienda.

 

Patricia López-Landabaso

 

Si paseando por el casco antiguo de Boadilla nos paramos en el número 53 de la calle José Antonio, nos encontraremos con el taller de la pintora bilbaína Patricia López-Landabaso (34 años).

 

Siempre fue una niña inquieta y con el sueño de ser azafata, aunque con el tiempo decidió que lo que de verdad quería ser era abogada: Nada más empezar la carrera se echó para atrás y se metió de cabeza en el mundo del arte. Ahora está feliz en su estudio, pintando cuadros vanguardistas y con un aire pop al estilo de Andy Warhol.

 

Lleva cinco años como vecina de Boadilla y algunos la recordaréis porque en el 2003 realizó, en el Palacio del Infante Don Luis, una exposición relacionada con arte sacro y una performance (acciones que se hacen en un momento determinado y no se vuelven a repetir). Un lugar, el palacio, que ella considera inmejorable para todo lo que tenga relación con el arte.

 

Landabaso también enseña: es profesora de pintura y escultura en el Colegio Virgen de Europa de Las Lomas, donde desde hace dos años imparte clases a alumnos de bachillerato. “Me entusiasma enseñar a la gente que se interesa por ello, mis alumnos son maravillosos, absorben todo lo que les das y lo hacen suyo”.

 

Patricia es una chica viajera. Ha vivido en Londres y México, pero se queda con España, donde se mantiene al margen del mercado del arte. “Me interesa mi obra y lo que hacen los demás para aprender de ellos. Pinto un cuadro para mí y si a alguien le gusta, se lo vendo”.

 

En Boadilla está contenta, pero le gustaría que la localidad contara con una buena sala para exponer. “Hay pocos espacios y mucho que enseñar”. Al preguntarle sobre las esculturas que el Ayuntamiento ha colocado en varias rotondas del Sector B y Valdecabañas, se muestra encantada de que “dejen de hacer tanta fuentecilla y apuesten por algo nuevo”.

 

Marta Eugenia Pérez-Muñoz

 

Es la más jóven (tiene 32 años) de cuantos artistas hemos reunido en estas líneas. Marta Eugenia Pérez Muñoz no ha perdido el tiempo desde que en 1992 ingresara en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid.

 

Apasionada del grabado, la encuadernación y la pintura, desde sus inicios artísticos ha conseguido introducir su obra al lado de las grandes figuras y maestros en el mundo del grabado (Chillida, Tapiès...) o la encuadernación.

 

Con 21 años fue Premio Nacional 1996 de Grabado de Jóvenes Creadores, galardón dotado con una beca de la Fundación Miró que le dió la oportunidad de trabajar en Mallorca con el editor y grabador de Joan Miró. También ganó el segundo premio de Grabado Caja Madrid en 1997. En 1998 participó en la I Trienal de Grabado de Gijón...

 

Considera al grabado como un “medio que se ha ganado, al igual que la fotografía, una identidad propia dentro del arte. No hay tantas obras y artistas que se dediquen a esto, como en la pintura, pero lo que se hace es muy bueno”.

 

Su obra, nos cuenta, “siempre ha girado en torno al espacio, buscando paisajes y perspectivas irreales, arquitecturas utópicas...” Cuida cada parte de su proceso creativo. “Hay que sentir, oler, tocar... la piel de lo que haces”.

 

Produce los soportes que va a utilizar y está acostumbrada a buscar y rebuscar cada material que necesita hasta dar con el adecuado. Una filosofía que le transmite a sus alumnos en Entorno, su estudio de pintura, encuadernación y grabado en Boadilla del Monte.

 

Fernando Arroyo

 

Fernando Arroyo (59 años) es cordobés y vive en Boadilla desde el año 1992. Pero conoce el pueblo desde mucho antes "cuando venía a bailar, allá por el año 1970, con compañeros del trabajo que vivían aquí".

 

Fernando pinta y dibuja desde que tenía ocho o nueve años de edad. “En mi familia siempre ha habido muy buenos dibujantes, pero ninguno se ha dedicado a esto”, afirma.

 

Es autodidacta. Pinta en su tiempo libre. “Unas tres o cuatro horas diarias cuando salgo del trabajo, los fines de semana, en vacaciones...” Lo hace por gusto, por lo que no es de extrañar que su obra se cuente por centenares.

 

En su amplio repertorio sobresalen los bodegones, copias fieles de los cuadros de otros artistas, paisajes... pero, sobre todo, los retratos a lápiz. Es un habitual en la exposición de obras de los empleados que organiza cada año su empresa –TVE, donde ha retratado a casi todas sus estrellas (en la imagen, con el de Anne Igartiburu).

 

Su sueño ahora es “tener tiempo para asistir a clases de dibujo y pintura y poder perfeccionar mi técnica”.

 

Rosa Bastard

 

Lo suyo son las manualidades. Sobre todo la decoración de telas, maderas, cerámica, porcelana, figuras de marmolina... Rosa Bastard (50 años), monitora de manualidades, lleva más de veinticinco en este mundo en el que entró, como suele ser habitual en estos casos, “por afición”.

 

Su taller de manualidades, en la Ciudad Comercial Las Lomas, es lugar de encuentro de quienes cada día acuden a sus clases para aprender nuevas técnicas, buscar material o disfrutar de su expenciencia con otros compañeros.

 

Rosa reconoce que quizá sea “la decoración de piezas de porcelana una de mis actividades preferidas”. Vajillas (como la de la imagen), jaboneras, portalápices, ceniceros... Piezas que personaliza y que para ella son algo más que un objeto decorativo. “Aunque hay gente que los quiere únicamente para decorar, se pueden meter en el lavavajillas y usar. De hecho, yo lo hago”, cuenta.

 

El secreto para que los pigmentos perduren y no se estropee la obra es "recurrir a piezas de porcelana de calidad, que luego pintamos y cocemos en un horno de cerámica”. Un trabajo que requiere también sus dosis de paciencia y tiempo. Únicamente personaliza vajillas por encargo o “para regalar a familiares y amigos".