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Un cura con vocación de santo

Entrevistamos a Javier Siegrist, párroco de la iglesia del Santo Cristo de la Misericordia de Boadilla del Monte.

 

Con tan solo 34 años, este ambicioso párroco ha logrado construir su propia parroquia, donde diariamente concentra a un importante número de fieles. Empezó su andadura en 1999 en la iglesia de Getafe. Dos años mas tarde, el obispo le mandó a Boadilla donde, tras una ardua tarea, el pueblo le ha acogido con el corazón y le ha ayudado a crear “una verdadera comunidad cristiana”.

¿Cuándo y dónde nació? Nací en Madrid el 8 de enero de 1975.

¿Cuánto tiempo lleva en Boadilla? Desde septiembre de 2001.

Es un sacerdote de vocación temprana. Sí, desde que era niño he mostrado interés por todo esto. Recuerdo que tenía unos cómics donde aparecía un santo, y, como me gustaba tanto lo que hacía, decidí que me gustaría ser como él. Así que, mientras mis amigos querían ser policías o bomberos de profesión, yo siempre decía que de mayor quería ser santo, como San Francisco Javier, el de los cómics. Realmente, para ser cura hay que ser un poco inconsciente. Para hacer cosas grandes hay que lanzarse, y a la vez, confiar en Dios.

¿Cómo surgió el proyecto de la parroquia? Cuando yo llegué a Boadilla, el terreno donde ahora estamos era un descampado. Al principio daba misa en un barracón completamente vacío, en el que la gente se agolpaba en la puerta porque no cabía dentro. Tuvimos que poner unos altavoces en el exterior para que pudieran seguir la misa también desde la calle.

De ahí surgió la necesidad de crear un complejo más grande en el que apagar la sed de los fieles. Ellos mismos se ocuparon, a base de donaciones, de llenar la actual iglesia de todo lo necesario. Un feligrés trajo un cáliz de plata que se encontró en una mudanza, los bancos los donó un cura de Sanabria y, aunque estaban carcomidos, yo mismo los restauré. Realmente ha sido Dios quien ha construido esta iglesia.

¿Cómo consiguió levantar este templo? Sobre todo, con la ayuda de toda la comunidad cristiana. Desde el constructor, que era amigo de esta iglesia, hasta las arquitectas, compañeras de la parroquia a la que iba desde los 10 años...

Todo ha salido de nuestra comunidad. Incluso los obreros me pedían que escuchara sus confesiones. Me lo he pasado bomba haciendo la parroquia. Además, la gente se ha involucrado y lo ha vivido paso a paso.

Económicamente, han sido los fieles, además de otras instituciones, los que, gracias a las suscripciones, se han comprometido a pagar una cantidad al mes (cada uno su voluntad) para contribuir en el crédito que ha permitido pagar las obras.

¿Ha llegado también la crisis a la iglesia? Claro. Se nota que los ingresos parroquiales han bajado, pero no es algo que me preocupe porque sé que Dios va a querer que el préstamo de las obras se pague. Además, la generosidad de la gente depende del corazón, no del poder adquisitivo.

¿Qué demandan los fieles? Los vecinos de Boadilla están sedientos, y vienen buscando a Dios. En un principio, la gente de esta zona, un barrio nuevo, estaba muy sola. La parroquia les ha unido. Aquí intentamos ayudar a nuestros feligreses en escuelas de padres, centros de orientación familiar y grupos cristianos que, en realidad, han formado ellos solos. La gente que se acerca a Dios es por un reto. Si todo el mundo estuviera cerca de Dios, los curas estaríamos en el paro.