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Luis Rúspoli Sanchiz: "Hay que hacer algo especial en el Palacio"

Este descendiente del Infante Don Luis posee el título de Marqués de Boadilla del Monte, un título nobiliario sucedido tras el fallecimiento de su padre. Su tío Enrique Rúspoli, fue el último propietario del palacio antes de que fuera expropiado, en 1999, por el Ayuntamiento de Boadilla del Monte.

 

La primera marquesa de Boadilla fue la hija de la condesa de Chinchón y de Manuel Godoy, Carlota de Godoy y Borbón. El título recae hoy en Luis Rúspoli Sanchíz (Madrid, 1963), VII Marqués de Boadilla, III Barón de Mascalbo y sobrino de Enrique Rúspoli, último propietario del Palacio del Infante don Luis antes de que este fuera expropiado por el Ayuntamiento en 1999. Es por tanto descendiente del Infante y de Godoy.

 

¿Qué significa ser marqués y en este caso Marqués de Boadilla, o ser miembro de la Asamblea del Consejo de la Grandeza de España? ¿Acaso un trato preferente en determinadas circunstancias, disponer de una corte...? ¿Vive de las rentas? ¡Nooo! Vivo de mi trabajo, soy abogado. Simplemente es algo especial por cuanto supone de recuerdo del legado histórico y familiar. Nada más. La gracia del título nobiliario es que tú sucedes al primer poseedor. El mérito que hiciera al primer poseedor se quiere hacer que sea perpetuo y por eso se le concede el título. Así que cada generación recuerda esos méritos.

 

Este abogado –aunque puede que en breve cambie la abogacía por su propia empresa en el secto agroalimentario– padre de cuatro hijos, venía de pequeño a Boadilla del Monte al monte o a las fi estas del Rosario. Recuerda que en el palacio había todo tipo de “cachivaches y muebles de la familia que no sabían dónde se podía acomodar y terminaban ahí”. De ahí que no entienda muy bien que se hable “de los lujosos muebles que ocupaban sus estancias”.

 

Está contento porque el edificio que perteneció a su familia finalmente se va a restaurar por fases y con un buen arquitecto. Algo que agradece. “Pensé que de verdad lo iban a tirar por dentro para hacer las salas de la SGAE. Han sido unos tiempos muy duros”. Y eso que a él no le toca nada del palacio, pues era de su tío. Pero le tiene cariño. “Es un verdadero palacio. Es el palacio del Infante, no de los marqueses”, recuerda.

 

Nos habla de la Guerra Civil. “Creo que en Boadilla del Monte fue un horror: para las familias, para el palacio, que fue saqueado, incendiado, hundido... acabó destrozado”. Tras la contienda, la familia tuvo que dejar el palacio, que no volvió a recuperar hasta los años 70. “Desapareció la impronta de haber vivido ahí tu familia, el alma que en un edificio dejan sus habitantes”.

 

¿Y por qué está más implicado que otros miembros de la familia con los asuntos relacionados con el palacio? Hay un cierto determinismo en la vida. Esto me ha caído a mí. He tenido esa inquietud e interés... Igual que es mi tío Enrique quien se toma interés en reinvidicar su familia, lo que hizo su padre.

 

Luis Rúspoli atesora, compartido con sus hermanas, un patrimonio artístico más que notable. “Procuro que además de servirnos a nosotros sirva para otras cosas, como por ejemplo para reivindicar la figura del Infante, que me parece fundamental”. Y en relación con esto recuerda que “la exposición que se hizo hace unos meses en el Palacio Real de Madrid sobre la figura del Infante hubiera tenido un marco mucho mejor, que es el palacio de Boadilla”.

 

Le preocupa mucho el futuro del edificio. “Hay que hacer algo especial, algo hipercultural, de importancia nacional, algo vivo, con uso...”. Sobre todo algo que justifique su expropiación. Incluso avanza un aspecto a tener en cuenta: “Todo el legado artístico familiar puede tener un encaje apropiado en el palacio cuando se restaure”. ¿Venderían las obras al Ayuntamiento? “Eso nunca, pero bueno, hay otras soluciones para hacerlo posible”, apunta.