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José Antonio García Núñez: "Un belén siempre es bonito"

Su pasión son los belenes, una afición que le viene de niño. Los ha montado en museos, la Puerta del Sol y en el mismísimo Palacio de la Moncloa. Para José Antonio García Núñez, vecino de Boadilla y experto belenista, “con un simple misterio, ya tenemos un belén”, dice. Claro que luego uno se puede complicar lo que quiera.

 

José Antonio García Núñez (42 años y vecino de Boadilla desde hace 18) siempre ha dedicado el puente de diciembre a los belenes, “¡de 7 a 11 de la noche!”.

Este año tiene cuatro comprometidos: “El del Ayuntamiento de Pozuelo, la parroquia del Carmen en ese mismo municipio, otro en un colegio en Pinto… ¡y el mío!”, se ríe. Pero ha llegado a hacer más de 15. “He montado belenes en sitos muy chulos. En museos, en la Puerta del Sol, en la Moncloa los dos últimos años de Aznar… Ahora, con los niños, la familia… no tengo tanto tiempo”, reconoce.

La tradición del belén está resurgiendo con fuerza en hogares, empresas y comercios. Así que estos expertos belenistas cada vez están más demandados.

El del Ayuntamiento de Pozuelo destaca, entre otras cosas, por su tamaño. Es un belén de 80 metros cuadrados que hace con la asociación de scouts de este municipio. Les lleva montarlo cinco días. Prácticamente todo, salvo las figuras, lo han hecho ellos mismos: casas, barcos, adornos… El misterio es único: dos figuras que el belenista Juan Mayo le regaló a José Antonio.

Sean grandes o pequeños, José Antonio es de los que piensa que “todo belén es bonito y tiene su encanto. De todos siempre puedes coger alguna idea”, asegura. “Lo importante de un belén es el misterio, el nacimiento de Cristo. ¡Ya lo tienes! A partir de ahí, dependiendo del espacio, puedes añadir los Reyes Magos, la escena de la anunciación a los pastores, el castillo de Herodes…”, nos cuenta. Todo respetando un poco las escenas bíblicas, aunque de vez en cuando nos tomemos alguna licencia. “El belén se hace con niños. Y bueno, si te pide el niño poner un dinosaurio, pues por qué no. Yo pongo cuatro camellos: el cuarto lleva los regalos. No está mal cierta nota de humor”, dice.

A modo de curiosidad, recuerda el belén de una parroquia “en el que tuve que montar un infierno debajo del castillo de Herodes, con dos demonios. Es lo más raro que he montado en un belén”, cuenta.

“Tampoco hace falta comprarlo todo al principio. Se empieza con el nacimiento. Luego cada año puedes incorporar una o dos figuras nuevas…”, explica

Una tradición familiar

La afición belenista de este vecino viene de familia. “Mis padres siempre lo montaban en casa, en el pasillo. Toda la familia venía a ayudarnos. Un año lo tuvimos que sacar de ahí y bajarlo a la funeraria [sus padres gestionaban las funerarias de Boadilla y Pozuelo], porque ya no cabía en el pasillo. Ese mismo año, nos llamaron al grupo de scout para montar el de la parroquia de El Carmen de Pozuelo Estación. Y entre cuatro lo hicimos sin tener mucha idea. Yo no tendría más de 12 años… ¡¡como que la figura del San José, que medía 1,50 metros, era más grande que yo, así que fíjate!! Ahí me di cuenta de que tenía que aprender. Fue un buen amigo el que me informó de la Asociación Belenista de Madrid, y me hice socio”. Y hasta hoy.

En su casa cuenta con una colección de más de 90 misterios recolectados en pueblos y mercadillos de España, regalados por familiares y amigos, traídos de otros países...

Tras el día de Reyes, toca desmontar todos los belenes. Los oficiales. Porque el suyo lo hará, como cada año, “el 2 de febrero, Día de las Candelas. Ese día nos reunimos toda la familia en casa, desmontamos el belén y luego les invito a todos tomar chocolate”.