Lucía no tiene reparos en contar que le costó adaptarse a la vida en Estados Unidos. Explica que el choque cultural fue muy grande y aprender el idioma, bastante complicado. Pero con empeño y perseverancia, aprendió a vivir en Hawái y ahora confiesa que le encanta su rutina y su estilo de vida allí.
¿Cómo empezaste a jugar al waterpolo?
Empecé con diez años. Mi padre fue jugador de waterpolo y mi madre era saltadora de trampolín, así que mi hermano y yo llevamos toda la vida yendo a la piscina. Cuando nos mudamos a Boadilla, lo primero que hicieron mis padres fue apuntarnos al Club Deportivo Natación Boadilla, donde estuve hasta los diecisiete años.
En esa etapa, jugué fases de ascenso, ligas en la primera división femenina y campeonatos de España… El waterpolo se convirtió en una prioridad. Tanto, que en cuarto de la ESO me cambié a un colegio especializado en ayudar a deportistas a compaginar entrenamientos y estudios.
Allí conocí a jugadoras de waterpolo que se habían ido a Estados Unidos a competir en la universidad y me atrajo mucho la idea. Para conseguir una buena beca que me permitiera ir allí, era importante jugar en la máxima categoría de la liga española, por lo que mi último año en España lo pasé jugando para el Club Natación Madrid Moscardó.