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Adrián Lozano: Marcha en el cuerpo

Con sólo 26 años ha pinchado en fiestas para el Rey Juan Carlos I y el presidente de México Peña Nieto. Pero, sobre todo, lo ha hecho en el cada vez más de moda festival Startlite en Marbella y en el reciente Festirun. Esta emergente estrella musical, disc jockey residente en la sala Tiffanys, es y vive en Boadilla, y tiene "mil" proyectos en el horizonte. Como resalta, "el dj es el artista pop del momento".

 

Adrián Lozano Conde (Madrid, 1988) es, a sus 26 años, uno de los Dj’s más en boga del panorama musical nacional… y según parece en breve también internacional. Alegre, social y de risa fácil, planta atlética y tupé y barba al mejor estilo George Michael, sucumbió a la música, la tecnología y la informática desde pequeño. “Mi padre tenía un par de platos y una mesa de mezclas en el sótano –por entonces vivían en El Bosque–, y con 14 años empecé a trastearlos; entonces con lo que había, vinilos de los 70 y 80 –comenta a Sólo Boadilla–. Pero con 17 me regaló mis propios platos y entonces empecé a tomármelo en serio”. 

Adrián estudió en el internacional SEK Ciudad del Campo. Luego decidió dirigir sus miras hacia la música y entró en Microfusa. “Con 18 años me contrataron para pinchar en Birra Bar. Los contactos que he hecho desde entonces me han llevado hasta aquí. Ahora medito si dedicarme profesionalmente a esto. Quiero dejarme llevar y ver hasta dónde me lleva; incluso me reconocen y paran por la calle para felicitarme por mi trabajo y las sesiones que subo a YouTube”, comenta.

No le falta razón: el año pasado pinchó en el famoso Startlite –festival musical de referencia de la noche estival marbellí– lo que le ha supuesto el empujón definitivo para saborear la fama en su especialidad. “Sobre todo, me ha abierto las puertas de las grandes discos madrileñas. Allí trabajé 17 de los 35 días de festival junto a los grandes, Dj Dani Ávila, Dj Nano, Bryan Cross…”

“En su día, el salto vino cuando pasé de pinchar más allá de las fiestas privadas, casas de amigos y compromisos a discotecas de la noche madrileña, como Vanity, Cat’s, Moma o Pacha, delante del público, con 18 años; mezclar vino después”.

Adrián, encantado con Boadilla –“una ciudad tranquila y súper moderna, hasta con Metro Ligero y buen ocio de restauración, pero carente de opciones nocturnas”–, comenta que “sobre todo soy un Dj camaleónico, con mucha capacidad para adaptarme al público y pinchar y mezclar toda clase de música. No me cierro a ninguna corriente. Tengo un buen estilo musical: en una sesión de una o dos horas, mezclo una gran variedad. En cierto modo, es la suerte de haber progresado desde el vinilo a la mezcladora y los actuales programas informáticos, pasando por los CD y pendrive”. Y añade: “El Dj es el artista pop del momento. Un Dj de talla internacional junta en un evento a diez o veinte mil personas. Las discotecas han evolucionado hacia festivales y conciertos que son nuestra referencia”.

¿Se puede pinchar cualquier estilo? En realidad sí, con el remix y los edits adecuados. Eso sí, tienes que saber dónde enlazan las canciones y dónde entran el corte y la voz de cada una.

Adrián, al que no le queda mucho para terminar sus estudios de desarrollos de aplicaciones web –admite que “me cuesta conciliar estudios y trabajo, porque lo mío es, sobre todo, de 12 de la noche a 6 de la mañana”–se plantea en el tiempo llegar a producir bajo algún sello discográfico. “Es muy complicado. En mi caso, he tenido la suerte de crecer como Dj, no como Dj productor; lo mío es pinchar, que a fin de cuentas es como se han fijado en mí. Cuando tenga un nombre consolidado, produciré. Lo ideal es llegar a combinar ambas facetas, porque es difícil mantenerte en lo alto sin un tema que venda”.

¿Cómo se prepara? Estudio mucho los éxitos musicales de cada temporada y trabajo a conciencia las sesiones que luego llevo a la pista, sobre todo editando el show a partir de YO DJ II (libro para aprender la profesión de Dj).

¿Y cómo aguanta tantas horas pinchando? A base de Red Bull –bromea– y tomando una copa por hora. Si el Dj coge el punto del público para el que trabaja, conecta con él. El secreto, la última media hora: si estás animado, lo transmites; la gente se engancha y se viene arriba. El resultado es espectacular y el recuerdo que deja, imborrable.