Boadilla y su historia

Los autómatas del palacio de Boadilla (I)

El infante don Luis, mecenas de las artes y para algunos autores “el auténtico Borbón ilustrado”, coleccionó interesantes instrumentos científicos dentro de su gabinete de maravillas, tal y como consta en su testamentaría, entre ellos relojes y autómatas. Esos últimos, auténticas obras de arte de gran precisión mecánica, muy deseados por la nobleza.

 

Durante el siglo XVII y especialmente el XVIII, tuvieron un gran desarrollo los diferentes mecanismos de relojería que tanto gustaron a los Borbones, tanto en Francia como en España, y que dieron lugar a magníficas colecciones de relojes. Pero además debemos tener en cuenta la afición de alguno de estos nobles por realizar ellos mismos trabajos artesanos, como fue el caso de Luis XVI, rey de Francia, con las labores de cerrajería y herrería, o el caso del propio infante don Luis, diletante en la construcción de relojes.

En el siglo XVIII, las máquinas que incorporaban movimientos mecánicos precisos constituían auténticos alardes científicos y por lo tanto eran objetos de ostentación y diversión para la alta nobleza.

Una mecánica precisa

Los autómatas eran artificios mecánicos, conocidos ya desde la edad antigua, que imitaban el movimiento de seres vivos, ya fuesen animales o humanos. Algunos de los ejemplos más conocidos fueron los de Friedrich Von Knauss (1724-1789) y su diosa que mojaba la pluma en el tintero y escribía; Pierre Jaquet-Droz (1721-1790), con autómatas que tocaban el piano o dibujaban y escribían; y Jacques de Vaucanson (1709-1782), con su famoso pato que comía y digería el alimento.

Algunas de estas máquinas, sin embargo, fueron auténticos fraudes, como el famoso turco que jugaba al ajedrez construido por Wolfgang von Kempelen (1734-1804), al descubrirse finalmente que en su interior incorporaba a un genial ajedrecista.

Nuestro país no fue ajeno a estos artificios con ejemplos tan destacados como el autómata de madera, hoy desaparecido, que construyó el gran ingeniero del siglo XVI Juanelo Turriano y que pedía limosna en las calles de Toledo. O los todavía conservados que dan las horas con campanadas, como el Papamoscas de la catedral de Burgos, cuya imagen actual data del siglo XVIII; o las figuras de Calendura y Calendureta, que desde 1749 se instalan sobre una de las torres de las murallas de Elche.

Estas máquinas constituían auténticos elementos de divertimento para la alta nobleza y su interior incorporaba cientos y miles de levas, muelles, poleas, cuerdas y engranajes.

 

El profesor de matemáticas

Entre los cientos de personas al servicio del infante don Luis se encontraba Esteban del Epinoy, que constaba como profesor de matemáticas, pero además era su constructor los autómatas.

En la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando se conserva un interesante libro escrito por este matemático que lleva por título Planes geométricos y dibujos y explicación de nuevos instrumentos de música inventados y puestos en práctica con sus demostraciones mathemáticas y phísicas, por Don Esteban del Epinoy, caballero de la Real y Militar Orden de Cristo, ingeniero hidráulico de Su Majestad, mathemático del Serenísimo Señor Infante don Luis, académico de mérito de esta nobilísima Academia..., dedicados a la Real y Muy Ilustre Academia de San Fernando de las nobles artes. Madrid 1769”.

En la primera parte del libro, denominada arquitectura hidráulica, figura un magnífico y singular autómata “...de nueva invención que no tiene semejanza con alguna de las máquinas hasta ahora inventadas...” Esta figura se instaló inicialmente en septiembre de 1765 en el Real Sitio de San Ildefonso, “... entre cuyas preciosidades se conserva...”, dice Epinoy.

La figura, a tamaño natural, representaba a un cazador sentado en una roca que tañe la flauta travesera y estaba rodeado de animales como una perdiz, una liebre, dos perros, una rana, un jilguero y un cuco. Todos estos animales incorporaban algún movimiento e incluso sonidos como cantos, ladridos y gorgeos.

No volvemos a tener noticias de este autómata hasta que el Cardenal Francisco Antonio de Lorenzana, arzobispo de Toledo, a quien Carlos III había asignado la formación de Luis María, el hijo del infante don Luis, tras su fallecimiento, alquiló al marqués de Malpica el entonces llamado Cigarral del Rey (actual quinta de Mirabel) para diversión del joven huérfano.

Al citado cigarral se trasladaron “...estatuas y modelos de yeso...” y “...una figura de un cazador inglés sentado sobre un peñasco con una máquina para sonar la flauta...,” todo ello salvado de la almoneda que se había hecho de los bienes del infante don Luis, tal y como nos relata el Conde del Carpio en sendas cartas escritas al Cardenal Lorenzana el 5 de enero y 18 de mayo de 1787.

El citado ingenio volvió en algún momento desconocido al palacio de Boadilla ya que se conservan en el Archivo General de la Adminis- tración unos negativos de los primeros años veinte, tanto del interior como del exterior del palacio, del conocido fotógrafo Alfonso Sánchez García (1880-1953), uno de los fotógrafos más ilustres del siglo XX.

Una de estas imágenes es la del autómata cazador-flautista que incorpora una leyenda en la que consta castillo de Boadilla del Monte. No se han vuelto a tener noticias de este singular y único artificio, hoy desaparecido y que muy probablemente fue destruido durante la Guerra Civil.

El libro de Epinoy incorpora varias vistas del autómata, secciones y detalles magníficos del funcionamiento interior, cuya maquinaria se movía gracias a un gran depósito de agua localizado en su interior. Sin duda alguna este autómata fue el primer robot que hubo en Boadilla.

 

 

Continuará...