Educación

También el director del Virgen de Europa fue pequeño

Coincidiendo con la celebración del 50 aniversario de la llegada del Colegio Virgen de Europa a Las Lomas, su director, que entonces tenía nueve años, nos trae sus recuerdos de infancia de esos primeros pasos en Boadilla.

 

 

Nuestro colegio estaba en Madrid, en una pequeña colonia de chalets junto a un parque con un nombre que tiene un sabor como de finca de campo, parque de la Fuente del Berro. El colegio estaba concebido como una experiencia única y se pensaba que unos 40 o 50 alumnos cursaran en él sus estudios.

No fue así porque a las familias les gustó la idea tan inusual que mi madre puso en pie. Para aquellos tiempos era excepcional una escuela en la que hubiera familiaridad con los profesores, se diera importancia a las artes, a la música y a la Educación Física, los padres participaran en la vida escolar y fuera mixto, es decir de chicos y chicas.

Un chalet, dos, tres, cuatro

Recuerdo que los cambios de clase se hacían por la calle yendo de una casa a otra. Ya no se podía seguir creciendo de esa manera, hacía falta dar un salto y se dio. Los padres del colegio siempre fueron un gran apoyo, en concreto fue Rafael Rodulfo, el padre de Juan Cayetano, uno de los actuales profesores de Historia del colegio, el que localizó el espacio en el que hoy nos ubicamos.

"A las familias les gustó la idea tan inusual que mi madre puso en pie" 

Yo tenía diez años y acompañaba a mi madre a ver cómo se iba construyendo un edificio que en un principio se calculó para no más de 600 alumnos. Esa obra tan grande dejó en mí el recuerdo de una gran compañía de obreros trabajando por todas partes, a marchas forzadas porque había que empezar en septiembre de 1967 el curso.

Recuerdo a Lorenzo, el encargado de la obra, un hombre empático y buen albañil que durante mucho tiempo sigue viniendo a atender los problemas que pudieran surgir porque con una prodigiosa memoria lo recordaba todo sobre la construcción.

También recuerdo que no había calles, eran caminos de tierra. Que todo alrededor era un campo de encinas y retamas y en los recreos nos perdíamos por los alrededores. De hecho, al final del recreo los profesores tenían que dar una batida para recuperarlos alumnos perdidos. Yo, con Ignacio y Manuel Luis, mis compañeros, era de los que me perdía y alguna vez aparecíamos una hora más tarde completamente despistados. Recuerdo que Diéguez era un experto en cazar lagartos inmensos durante el recreo y a Manuel González, que nos llevaba a dar paseos para conocer el entorno.

"Recuerdo que no había calles; eran caminos de tierra. Que todo alrededor era un campo de encinas y retamas y en los recreos nos perdíamos por los alrededores"

Dar el salto no debió ser cosa fácil porque la mayor parte de los alumnos de la colonia de la Fuente del Berro eran vecinos de aquel entorno.

La sorpresa fue que la gran mayoría optaron por coger las rutas escolares y transportarse hasta un Boadilla del Monte que era en aquellos tiempos un pequeño pueblo al que se llegaba por estrechas carreteras en un viaje largo. Además, algunas familias también desplazaron sus domicilios para estar cerca del Colegio.

Las Lomas, Bonanza y El Bosque eran incipientes urbanizaciones en las que había algunos chalets para los fines de semana. El esfuerzo de los promotores por atraer servicios básicos a la zona y así conseguir que poco a poco se convirtiera en una urbanización para residir todo el año favoreció nuestra llegada, pues se nos ofrecieron condiciones ventajosas que hacían más fácil asumir un costoso traslado.

Mi madre no contaba con un capital, todo lo más se podía pagar el proyecto. Florentino Martínez, el promotor de Las Lomas, y el Banco de Crédito a la Construcción hicieron posible que se embarcase en tan arriesgada aventura.

Los primeros 200 alumnos

Recuerdo que el colegio no se terminó en las fechas previstas y que tuvimos que entrar en condiciones precarias, sólo 200 alumnos ubicados en el ala que da a los campos, mientras al otro lado continuó durante todo el año el resto de la obra. El comedor no estaba terminado, ni las cocinas, así que comíamos todos los días de bocadillo. Unos principios heroicos. Durante muchos años la pista fue de ceniza. Por supuesto, no había polideportivo ni hubo aire acondicionado.

Lo importante

Pero lo esencial de nuestro proyecto educativo ya estaba en marcha; formar hombres y mujeres cristianos, libres y responsables. En un clima de libertad y colaboración, dando importancia tanto a las materias formativas como a las académicas, muy cerca de las familias.

Hay muchos nombres y apellidos de aquella época y es imposible citar a todos, mencionaré a los que ahora me vienen a la  cabeza: Coral, Manuel González, Chiruca, Gachi, Varenka, Conchita, Miguel Casado, Almudena, Esperanza, Ana Tafur, Isabel y Sagrario, Loli, Marisol, Marcela, Jenaro, María Julia. La impronta de un colegio la dan los profesores que son los que hacen que las ideas dejen de ser sólo ideas y pasen a encarnarse en realidades.

"Los 600 alumnos que podía llegar a tener rápidamente se quedaron cortos y hubo que acometer constantes ampliaciones"

Y, por supuesto, la figura de Josefina Unturbe, a quien el actual alcalde dedicó una rotonda de la urbanización. Una mujer que tenía las ideas claras sobre lo que quería que fuera ese colegio que  comenzaba de manera tan precaria.

Los 600 alumnos que podía llegar a tener rápidamente se quedaron cortos y hubo que acometer constantes ampliaciones para albergar al doble de alumnos, que son los que hoy estudian en nuestras aulas.

Toda una peripecia que he vivido y que está fundida con mi vida. Difícilmente se pueden separar una cosa y otra.

Colegio Virgen de Europa