Cultura

Roberto Sáez: “La compasión es más antigua de lo que imaginamos”

Ingeniero de día, antropólogo de noche. Así se define él mismo con humor. Este vecino de Boadilla del Monte comenzó muy joven a investigar la historia de nuestros primeros antepasados y hoy se ha convertido en todo un experto. La prueba, su nuevo libro "Evolución humana: Prehistoria y origen de la compasión".

 

 

Roberto se formó como ingeniero industrial, pero siempre ha sentido inquietud por todo lo relacionado con la prehistoria. Empezó por la cuevas y el arte rupestre. Y, poco a poco, fue devorando literatura y formándose en la universidad hasta hacerse un experto.

Hace cinco años decidió compartir lo que sabía sobre evolución humana y antropología a través del blog Nutcracker Man, que fue premiado el año pasado como Mejor Blog de Innovación, Ciencia y Tecnología, en los Premios 20Blogs.

Como también le gusta exponer, impartió en 2015 un ciclo de seis charlas en el Auditorio municipal, donde conoció  a Eduardo Adarve, con quien fundó el actual Club de Ciencia de Boadilla. Y ahora acaba de presentar su libro Evolución humana: Prehistoria y origen de la compasión (Ed. Almuzara), en el que explica cómo el cuidado y la compasión forman parte del ser humano desde el inicio de su evolución.

¿Cómo nace este libro?

A mí me enganchó la evolución humana desde el punto de vista físico. Pero cuanto más profundizaba, veía lo importante que era entender también cómo se comportaban nuestros ancestros. Sabemos mucho sobre cómo tallaban, cómo se organizaban en grupos, en qué momento cazaban, cómo se alimentaban… pero ¿cuál era su comportamiento? ¿Se cuidaban? ¿Se amaban?

Así que empecé a investigar hasta que llegué a un artículo del paleoantropólogo francés, Jean-Jacques Hublin, que se llamaba Prehistoria de la compasión. Le pedí permiso para convertirlo en una charla en español, junto con todo lo que yo había investigado. Los comentarios posteriores a esa conferencia en el Museo de Ciencias Naturales fueron “qué interesante es este tema, por qué no lo pones en un libro…”. Y así empezó la aventura.

¿Fue complicado?

Me llevó un año. Ha sido una experiencia preciosa, pero dura, porque lo tuve que escribir de noche, después de trabajar y de atender a la familia. Ahora estoy disfrutando mucho de la segunda parte, que es el contacto con los lectores, cuando ellos te cuentan lo que han sentido leyendo tu libro. ¡Es un momento de conexión precioso!

¿Cuál es la tesis fundamental?

En los grupos primitivos de Homo erectus los individuos con algún problema no eran abandonados, sino cuidados para mantenerlos dentro del grupo. Y ese comportamiento se fue incrementando con el tiempo. La idea de fondo del libro es que la compasión es mucho más antigua de lo que nos podemos imaginar y forma parte de los comportamientos humanos casi desde el mismo momento en que aparecieron otros como construir herramientas o socializar en grupos.

¿Tenía que ver esa compasión con la supervivencia?

En este tema existe una paradoja. En un medio hostil, detenerse a cuidar a alguien es peligroso. Pero si eres un grupo en el que existe la protección, atender a determinadas personas puede ser útil. Es decir, al grupo le compensa cuidar a los que sabían dónde había fuentes de agua, dónde estaba la fauna más accesible para cazar, etc. De hecho, la selección natural fue confirmando esos comportamientos.

¿Se puede sacar alguna reflexión sobre la compasión en la actualidad?

Es difícil proyectar todo esto al momento actual. En el neolítico surgen modelos sociales y económicos basados en el sedentarismo, la formación de grandes poblados, la creación de capas sociales, de distintos oficios… que empiezan a condicionar los comportamientos compasivos. La compasión sigue estando dentro de nosotros, además de haberse convertido en estructuras como hospitales, residencias, etc., pero no se da de un modo tan natural. En el día a día queda oculta bajo la gran cantidad de reglas que tenemos.

¿Es cierto que tienes una colección de cráneos?

Sí (risas). El primero lo adquirí en el Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares. Y me puse como objetivo conseguir seis, de seis épocas distintas, pero ya voy por más de 100 (110 en concreto). Tengo que parar porque empiezan a no caber en mi casa.

Los hay de muchos tipos, pero algunos tienen calidad de museo y a mí me sirven para investigar. Confirmar con mis propias manos lo que he leído en un libro. Colecciono para investigar.

Planes del Club de Ciencia para el 2020…

Este año queremos dar un salto de calidad y traer a grandes investigadores a que nos den charlas. En febrero, por ejemplo, tenemos a Carlos Briones, Origen y evolución de la vida ¿o fuera de ella? Y en marzo, a Ester Lázaro, La vida: un viaje hacia la complejidad en el Universo