La Orden del Espíritu Santo (abolida definitivamente en 1830) era la primera orden de caballería francesa y se situaba entre las de más alto rango en Europa junto al Toisón de Oro y la Jarretera. Fue instituida en 1578 por Enrique III, rey de Francia, durante las denominadas Guerras de Religión, razón por la cual la Orden tendría un número establecido de cien caballeros considerados por el rey para la mejor defensa militar y religiosa de Francia.
Fue instituida en 1578 por Enrique III, rey de Francia, durante las denominadas Guerras de Religión, razón por la cual la Orden tendría un número establecido de cien caballeros considerados por el rey para la mejor defensa militar y religiosa de Francia
Las insignias propias de esta Orden son un collar de oro, una banda color azul celeste, una placa y una gran cruz, esta última de ocho brazos, esmaltada en color blanco y verde y flores de lis en los ángulos. En el centro la cruz incorpora una paloma de plata.
El retrato realizado al infante don Luis niño en 1731 por Jean Ranc en Sevilla, ya se muestra con la banda azul celeste de la Orden de Espíritu Santo. Esta circunstancia avala como la buena relación familiar suponía el habitual intercambio de Órdenes entre los monarcas francés e hispano. El primero enviaba al rey, príncipes e infantes la Orden de San Miguel y la del Espíritu Santo, mientras que el rey de España remitía la Orden del Toisón.
En los retratos del infante, desde el de Jean Ranc como en los posteriores, éste figura con la banda de la orden del Espíritu Santo, sin embargo, se conserva en el Archivo Histórico Nacional un documento de 1760 (Sigil-sello, C. 82, N10) por el que el rey Luis XV de Francia otorga una dispensa por la que el Príncipe de Asturias y el infante don Luis reciban de manos del Rey el collar de Sancti Spiritus según el tratado recíproco del convenio entre las dos coronas.
Esto podría suponer una circunstancia extraña ya que si la concesión de la orden al infante don Luis es de 1760 no debería portar los emblemas de la orden con anterioridad a esa fecha. Sin embargo, es probable que en el nombramiento de la novena promoción de caballeros que tuvo lugar con carácter excepcional en la ciudad de Sevilla ya que prácticamente todas se realizaban en el palacio de Versalles, el 25 de abril de 1729 durante el conocido Lustro Real, se otorgase la condecoración al infante don Luis, pero la ceremonia de investidura fuese en 1760.
María Teresa de Vallabriga, viuda del infante don Luis,legó a la Basílica del Pilar de Zaragoza en su testamento (25 de febrero de 1820. Archivo Histórico de Protocolos de Zaragoza, notario Pablo Fernández Treviño, años 1819-1820, folios 12 a 14) la cruz del Espíritu Santoguarnecida de diamantes que había heredado de su esposo. La joya fue recibida el 26 de febrero de 1820 (Actas Capitulares, 1820. Archivo Capitular de la Seo, Zaragoza, Cabildo ordinario del sábado 26 de febrero de 1820: 30) y fue tasada en 226.330 reales de vellón según nos refiere el estudio de M. García Guata y C. Naya Franco (2020), lo que le valió enterrarse en la cripta de la basílica.
En 1870 ante la necesidad de acometer ciertas obras en la Basílica del Pilar se realizó una subasta de algunas de las joyas, siendo la pieza mas cotizada la cruz del Espíritu Santo donada en su día por María Teresa de Vallabriga y que se vendió en 328.125 reales. La descripción que consta para la alhaja dice “condecoración francesa de la orden del Espíritu Santo. Esta preciosa joya es notable por los grandes brillantes que contiene, la mayor parte perfectos, descollando uno de gran tamaño que forma el cuerpo de la paloma. Los brillantes de las flores de lis son amarillos del color del topacio del Brasil, todos orientales llamados vulgarmente de roca antigua”.
El infante don Luis debió tener dos ejemplares distintos de la placa o cruz del Espíritu Santo, la que legó a su esposa y la que heredó su hijo Luis María, esta última difiere de la de su madre en que contenía en el dorso una medalla de San Miguel (M. García Guata y C. Naya Franco, 2020). La cruz vendida en la subasta de 1870 fue adquirida por el empresario barcelonés Teodoro Bosch i Estanca y tras su fallecimiento se ha perdido su rastro tal y como nos refieren en su interesante estudio M. García Guata y C. Naya Franco.