“Me gusta estar en el campo. No sé si hacer fotos es la excusa para ir al campo o si el campo es la excusa para la fotografía. Es donde realmente estoy a gusto porque hay cosas que son una auténtica locura”, confiesa José Antonio de Dompablo, que vive en Boadilla desde 2001.
A sus 66 años, este jubilado, padre de dos hijos y abuelo de una nieta, está enganchado, junto con su mujer (profesora de primaria también recién jubilada), a observar todas esas “cosas que suceden en el campo”, dice. Y que capta con su cámara. Se refiere con ello a la gran variedad de fauna y flora que encuentra en sus paseos casi diarios, principalmente por Boadilla y su entorno. Plantas, insectos, aves y flores, que para muchos podrían pasar desapercibidos, pero para él, no. Incluso reconoce que a veces “me quedo tan atónito observando lo que veo a través del objetivo o de los prismáticos, que he perdido alguna buena foto”, asegura.
“Me gusta estar en el campo. No sé si hacer fotos es la excusa para ir al campo o si el campo es la excusa para la fotografía"
No concibe el paseo sin su cámara. “Me gustaría salir nada más a observar, pero no lo consigo”, reconoce. “Es un reto porque perderme la foto me da cosa. Me hace ilusión hacer la foto”. Va siempre cargado con sus prismáticos, para no perderse ningún detalle, y su dos cámaras Olympus, “una con un teleobjetivo y la otra equipada con un macro para retratar insectos, flores...”
Y como todo buen fotógrafo, tiene su propio método de trabajo y manías. “No soy de disparar con ráfagas ni de estar viendo las fotos según las voy haciendo en la pantalla. Prefiero dedicarle tiempo al campo, que a la clasificación, archivado y revelado de las imágenes, así que disparo las justas. Ni me obsesiono con un animal”, añade. “Si lo consigo, bien. Si no, pues no pasa nada; sé que más pronto o más tarde se me va a presentar la ocasión y tendré una buen a foto de ese animal”, afirma convencido. Aunque también reconoce que a veces se ponen nervioso de la emoción de lo que está viendo.
Y ya en casa, disfruta de nuevo de lo que ha visto sobre el terreno. “Lo disfruto doblemente: cuando hago la foto, y no me creo lo que estoy viendo, y luego también cuando veo la imagen que he hecho en el ordenador, con ese colorido, ese fondo... en el proceso de revelado de la imagen”. No es tampoco de retoques.
Por si todo fuera poco, “busco la especie de animal o planta de la foto, para ponerlo cuando la cuelgo en mis redes. Y esto me está metiendo a su vez en la lectura de guías de aves, insectos, ver cómo trabajan los biólogos a la hora de hacer sus cuadernos de campo. Este es un mundo infinito. Me da pena no haberlo descubierto antes”, asegura.
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