Boadilla y su historia

El escultor Hubert Dumandré

El escultor y arquitecto francés Hubert Dumandré (1701- 1789) trabajó a las órdenes de los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio y realizó la única escultura que se conoce del infante don Luis. Lo inmortalizó cuando este último tenía 29 años. El medallón se conserva en los almacenes del Museo de Santa Cruz de Toledo.

 

Nacido en Tincry, en la región de Lorena, en 1721 encontramos a Hubert Dumandré estudiando en la Real Academia de Pintura y Escultura de París formándose, junto con su hermano Antonio, con Guillaume Cousteau, escultor del rey Luis XIV. Allí ambos hermanos fueron elegidos en 1728 por el marqués de Castelar, embajador del rey Felipe V en el país galo, para que trabajasen en la decoración de los jardines en el Real Sitio de San Ildefonso a las órdenes de Jean Tierry. Un momento, durante la primera parte del reinado de Felipe V, en el que los artistas franceses tenían un importante peso en la corte, pero que se acabaría, siendo destronados por los italianos, tras su matrimonio con la parmesana Isabel de Farnesio.

Tras la muerte de Tierry, trabajaron en el taller de Valsaín, donde se realizaban las esculturas para el palacio de San Ildefonso y el de Aranjuez. Primero con René Frémin y, posteriormente, con Jacques Bousseau, hasta que en 1740 fallece este último y Hubert quedará como director del taller.

Resulta muy ilustrativo que tanto Hubert como su hijo, Joaquín, remitieron en 1768 al entonces monarca, Carlos III, un memorial refiriendo las obras realizadas durante su estancia en nuestro país para la casa real. Todo ello con la curiosa intención de ser nombrados capitán ingeniero ordinario y subteniente delineador, respectivamente. Lo que tiene su explicación en que Hubert había iniciado su formación en el ámbito de la ingeniería militar en el país galo, aunque derivará en otra estrictamente artística. Pero sobre todo a que numerosos artistas habían obtenido un puesto y emolumentos trabajando en la entonces denominada ingeniería militar. Así pues, este memorial se nos presenta como la semblanza más fidedigna y completa que conocemos de los trabajos ejecutados por este escultor.

Trabajos en los palacios de Aranjuez y La Granja

El escrito destaca sus trabajos como escultor realizados en el taller localizado en Valsaín, en las inmediaciones de la Granja de San Ildefonso. Así, bajo el reinado de Felipe V podemos citar, entre otros, una estancia en los Jardines de Aranjuez para colocar fuentes de metal delante de las estancias reales. Y en los jardines de San Ildefonso, la colocación de la fuente de los Baños de Diana, diseñada por Renato Frémin y esculpida por Santiago Bouseau. Es la fuente de mayor envergadura y entidad de los jardines de la Granja. Su enorme coste cuentan que supuso que el rey Felipe V pronunciase la frase “tres minutos me diviertes y tres millones me cuestas”.

En 1750, la reina madre, Isabel de Farnesio, le encargó el diseño y ejecución del espectáculo de fuegos de artificio para la celebración del enlace de su hija la infanta María Antonia con el duque de Saboya. Y en 1758, las esculturas del altar mayor de la capilla del palacio de Riofrío (hoy en el trascoro de la catedral de Segovia).

1756. El rey Fernando VI encarga a Hubert de Dumandré las esculturas de la caridad y otra representando a España llorando. Ambas se colocaron a sendos lados del mausoleo de Felipe V. También para Fernando VI diseñó un plan general del palacio y jardines nuevos de Aranjuez, con varios diseños de fuentes y estatuas.

El propio Dumandré dice en su escrito de 1768, dirigido a Carlos III, que “ha tenido por espacio de 22 años estudio académico abierto a mis espensas en el Rl Palacio de Valsasin en que he enseñado el diseño de la Escultura, Arqra, Geometria, Prespectiva, Geografía y Statica para el adelantamto de la juventud” y que ha tenido la honra de retratar en barro y en mármol a los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio, Luisa de Borbón, esposa de Felipe I duque Parma, y el “Sermo Sor Ynfante Don Luis”.

 

 

Un medallón en mármol

El medallón esculpido del infante don Luis se custodia en los almacenes del Museo de Santa Cruz de Toledo. En la ficha de catalogación se reseñan unas dimensiones de 66 cm de altura 50 cm de ancho, y una profundidad de 12 cm. Tallado en mármol, con una reparación en su nariz y de morfología ovalada, presenta un marco de madera dorada decorado con hojas de laurel y rematado con un pequeño copete. En la parte inferior presenta una pieza de mármol veteado en color verde con la siguiente inscripción: 147, S.Y.D.L. (Serenísimo Infante D. Luis). En la ficha consta su ingreso en el museo en 1869 y procedencia desconocida. Y en el dorso, la firma HD FAt 1756.

El busto del infante se presenta cuando el infante contaba con 29 años, con peluca de tres rizos y coleta con un gran lazo trasero, muy al estilo de mediados de siglo. Lleva pañuelo o corbata alrededor del cuello, cuyos remates de encaje caen sobre el pecho, y porta una coraza al modo militar, que en el cuello tiene grabada una flor de lis representativa de los Borbones. Sobre la coraza, se dispone el collar de la orden del Toisón de Oro y la banda de la orden francesa de Saint Esprit, de la que cuelga la cruz que se muestra en la parte inferior. Finalmente, el infante se cubre con una piel de león cuya cabeza se representa simbólicamente sobre el hombro izquierdo a modo de broche, y a la que se añade una garra en la parte inferior derecha.

 

Símbolos de un poder inexistente

En el siglo XVIII, los retratos con armadura o coraza expresaban el poder militar y el liderazgo fundamentalmente de reyes y de algunos gobernantes de la alta nobleza. Esta circunstancia sorprende en el caso del infante, ya que no tenía autoridad ni gobierno sobre territorio alguno. Algo que incluso se ve reforzado en este caso por la presencia de la piel del león, que reflejan la fuerza y el dominio de quien lo porta.

Algún autor ha querido ver en esta curiosa representación a un infante que hacía escasamente dos años antes había abandonado sus cargos eclesiásticos como arzobispo de Toledo y de Sevilla, y ahora, en la vida seglar y con los reyes sin descendencia, podría incluso aspirar a suceder a su hermanastro, el rey Fernando VI. Esta explicación se nos antoja extraña ya que el infante nunca mostró intenciones de alcanzar el poder real. Además, en 1756 la relación de don Luis con el rey era bastante buena ya que este último le tenía en gran afecto y el infante pasaba largas temporadas acompañando al rey y a su esposa en sus cacerías y fiestas por los diferentes sitios reales.

Nada hacía suponer el fallecimiento del monarca solo tres años después, por lo que esta representación del infante podría incluso suponer un desafío al poder de su hermanastro el rey Fernando VI. Así pues, consideramos más oportuno que la reina madre Isabel de Farnesio, desde su retiro forzado en el palacio de San Ildefonso, encargase a Dumandré un retrato de su querido hijo menor, ya desprovisto de los más altos cargos eclesiásticos del país, pero recordando que era un infante de España, acompañado de los elementos dignos de la nobilitas y del poder.

La obra la debió heredar el hijo del infante, el cardenal Luis María de Borbón y Vallabriga, quien trasladó algunos de los objetos legados al palacio arzobispal de Toledo, como buena parte del gabinete de historia natural y la magnífica biblioteca en la que se contaban algunos incunables y que posteriormente se sumó a la del cardenal Lorenzana, tal y como nos señala Jesús Urrea (1989), integrada desde 1998 en la actual Biblioteca de Castilla-La Mancha, sita en el Alcázar de Toledo.

 

De Dumandré, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando conserva actualmente una escultura de San Andrés atado a la cruz en yeso; un medallón de dimensiones muy similares al del infante, que en esta ocasión representa la fábula de Pigmalión, ambos donados por el artista; y un magnífico relieve de buen tamaño, que representa la toma de Toledo y que proviene del Palacio Real para decorar las sobrepuertas de la galería del piso principal.