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Carlos Cano, repartidor de SEUR: sin parar

Entrega cada día una media de 90 paquetes y recorre unos 120 kilómetros. Su amabilidad y eficacia le ha convertido en uno de los repartidores más populares en Boadilla.

 

Seguro que su cara le es familiar. Carlos Cano Mijares (Madrid, 54 años) es uno de los repartidores más conocidos en Boadilla del Monte. Siempre sonriente, amable y preocupado por entregar cada paquete a su destinatario.

Lleva 34 años en SEUR. Los últimos 14, en Boadilla. Lo suyo es un continuo ir y venir de acá para allá con su furgoneta. Son el último eslabón en la cadena de entrega de las compras en internet, el paquete que nos ha mandado un familiar… Un sector que en plena pandemia fue clave.

¿Cuándo empezaste a trabajar en Boadilla? En 2007. Venía de Madrid, de la zona Goya-Las Ventas. Un estrés: todo el día intentando evitar multas, que no te roben mercancía… Me quejé y pedí un cambio porque no aguantaba más. Y me mandaron aquí.

¿Mucha diferencia? ¡Boadilla es una maravilla! Un sitio muy tranquilo, no hay robos, como en Madrid… Ahora se nota que hay más gente, pero sigue siendo fácil aparcar.

¿Cuántos trabajáis aquí? Cuando empecé, éramos dos para todo Boadilla. Y ahora somos ocho.

¿Cómo os repartís el trabajo? Dos nos encargamos del pueblo, los sectores S y parte de sector B. Tres compañeros reparten parte de sector B y las zonas nuevas. Otros dos, la zona que queda de la carretera de Brunete hacia Majadahonda (Viñas Viejas y las urbanizaciones). Y un camión hace los envíos y recogidas en los dos parques empresariales (Prado del Espino y Ventorro del Cano) y Montepríncipe.

¿Cómo es un día de trabajo? Empiezo a las ocho de la mañana en la nave de SEUR en Getafe. Y termino habitualmente a las ocho de la noche. Una vez que recoges las entregas del día, hay que ordenarlas en la furgoneta y establecer la ruta del día. Llevamos un terminal que te puede establecer la ruta, pero yo prefiero hacer la mía propia. Hago primero el pueblo, que por la mañana es más fácil aparcar. También organizo los servicios que llevan prioridad... Y luego, el resto.

¿Conoces a todos los clientes? Pues a la mayoría, sí. Sé dónde viven, dónde trabajan, a qué hora suelen estar en casa… Y si no están en casa, pues les llamas e intentas concertar con ellos la entrega en otro momento del día, con algún vecino o en otro sitio… O me llaman ellos. Si no lo haces así, la aplicación les envía directamente un SMS, la mercancía vuelve al almacén… y al final es un inconveniente para todos.

Así que intentas volver cada día con la furgoneta vacía a casa… Sí. Con todo entregado. Al final los clientes lo agradecen, la verdad.

“Durante el confinamiento, pasé de repartir 90 pedidos diarios a 200”

Vosotros no parasteis tampoco durante la pandemia. ¿Cómo fueron esos meses? Muy tristes. Estábamos prácticamente solos en la calle, como si se hubiera acabado el mundo. Y el trabajo se multiplicó: pasé de unas 90 entregas al día a hacer más de 200. En la calle Ronda más de un día me aplaudían también a las ocho. Me hacía ilusión. Luego también se ha notado mucho porque antes del covid tenías en una mañana 15 incidencias (pedidos no entregados), que cuando termino repaso. Hoy solo he tenido dos. Desde el covid, ahora casi siempre hay alguien en las casas.

¿Ha cambiado mucho lo que se manda por mensajería? Sí. Ahora hay mucho de Carrefour, IKEA, Lidl, paquetes grandes de Amazon (lo pequeño lo hace la propia empresa, nosotros nos encargamos de lo grande).

¿Cuáles son las épocas de más trabajo? Sin duda, el Black Friday. ¡Y durante el covid!

¿El peor día de la semana? Los viernes. Todo el mundo lo quiere por la mañana, porque por las tardes no están. Se intenta cumplir con los deseos de los clientes, pero a mí no me queda más remedio que ir de uno en uno…