Boadilla y su historia

Giacomo Casanova y el infante don Luis

Casanova fue un gran aventurero del siglo XVIII, conocido por su gran afición a las mujeres. Estuvo en Madrid entre 1767 y 1768, y en sus escritos hace referencia en varias ocasiones al infante don Luis.

 

Giacomo Girolamo Casano- va (1725-1798) fue probablemente uno de los aventureros más conocidos del siglo XVIII, cuyas andanzas tuvieron lugar en diversos países de Europa.

Si por algo destacó, y es precisamente conocido en gran parte del orbe, es por su especial inclinación por el sexo femenino.

Autor de varios libros, sus aventuras quedan reflejadas en una obra autobiográfica titulada Histoire de Jacques Casanova de Seingalt, vénitien, écrite par lui-même à Dux,en Bohême, (Historia de Jacques Casanova de Seingalt, veneciano, escrita por él mismo en Dux, Bohemia).

Escrita entre 1789 y 1798, se conocerá con el título de Histoire de ma vie (Historia de mi vida) a partir de una edición completa de 1960.

Esta obra incorpora el relato de su estancia en España, donde dice haber venido a “instruirme observando las costumbres de una nación digna de estima que no conocía y, al mismo tiempo, a sacar partido de mis escasas luces, si puedo ser útil al gobierno”.

 

Con Anton Mengs

En Madrid su estancia se desarrolla entre 1767 y 1768,donde conoció al conde de Aranda, entonces presidente del Consejo de Castilla, y gracias a quien saldrá de la cárcel del palacio del Buen Retiro tras su detención por portar armas.

Destaca la intensa relación que tuvo con Anton Mengs, entonces pintor de la corte y hombre influyente en esta

Sobre todo, destaca la intensa relación que tuvo con el pintor Anton Mengs, entonces pintor de la corte y hombre influyente en esta. Mengs le acogió en su casa, donde conoció al arquitecto Sabatini, y fue su consejero en varias ocasiones.

Casanova visitó Aranjuez durante la estancia de la familia Realen este palacio y aquí trabó cierta relación tanto con Domingo Varnier, uno de los ayudas de cámara del entonces príncipe de Asturias, el futuro Carlos IV, como con una camarera de la princesa.

El infante y el rey

El aventurero realiza en su narración algunas curiosas alusiones al infante don Luis al referirse al rey Carlos III, si bien no hay certeza de que conociese en persona al rey y al infante.

Con todo, sus apreciaciones podrían hacernos pensar en que sí pudiese conocerlos. Por ejemplo dice que: “Estaba encantado de ver almorzar a Su Católica Majestad todos los días a las once, comer siempre lo mismo, irse de caza a la misma hora y volver con su hermano, cansado a más no poder”.

 

Por lo que se refiere al infante don Luis, sentencia su opinión sobre su cara con una frase: “Este rey era muy feo, pero era guapo en comparación con su hermano, cuya cara daba verdaderamente miedo”. Resulta curiosa esta afirmación, ya que es la única que conocemos, que incida en la supuesta fealdad del infante quien, por otra parte, guardaba una gran semejanza con su hermano Carlos III.

El hermano mimado

Una de las valoraciones más significativas de Casanova es la que remite a la relación entre el infante y su hermano, el rey, cuando dice: “Las atenciones que prodiga a su hermano el infante son muy grandes; no sabe negarle nada; pero quiere ser siempre el amo. Se cree que le concederá el permiso de contraer un matrimonio de conciencia, pues teme que se condene, y no le gustan los bastardos. El infante ha tenido hasta el momento tres”.

“Las atenciones que [el rey] prodiga a su hermano el infante son muy grandes; no sabe negarle nada; pero quiere ser siempre el amo"

Incidiremos en varios aspectos. Por un lado, el gran afecto del rey por su hermano, que debió ser más que evidente en la corte. Pero desconocemos qué peticiones realizaba el infante que no le negaba su hermano, quien por otra parte debía tener la última palabra.

Por otra parte, la voluntad del infante de contraer matrimonio de conciencia, también conocido como matrimonio secreto, que se llevaba a cabo con el permiso de la autoridad religiosa o civil y por motivos “graves y urgentes”. En este caso, por haber concebido tres hijos bastardos.

Se supone que este matrimonio deseado por el infante lo fuese con alguna de las amantes madres de sus hijos.

Una vida licenciosa

La vida licenciosa del infante don Luis era bien conocida en la corte y entre el vulgo. De sus varias amantes conocemos fundamentalmente a Antonia María Rodríguez, a quien se dirigía como Antoñita. Pero, sobre todo, a María García Puertas, con quien reconoció haber tenido un hijo bastardo. Es por ello que llegó a considerarse la posibilidad de un matrimonio de conciencia con ésta, que finalmente acabó desterrada en Palencia.

La devoción del infante

Otra singular apreciación de Casanova es la que dice: “Este hermano del rey no viajaba nunca sin una imagen de la santísima Virgen que Mengs le había hecho. Era un cuadro que tenía dos pies de alto y tres y medio de ancho. La Santísima Virgen estaba sentada en la hierba y tenía los pies desnudos cruzados a la morisca; se veían sus santísimas piernas hasta la mitad de la pantorrilla.

“El infante estaba enamorado de ella [imagen de la Virgen], y tomaba por un sentimiento de devoción lo que no era más que el más culpable de todos los instintos voluptuosos"

Cuadro que inflamaba al alma por vía de los sentidos. El infante estaba enamorado de ella, y tomaba por un sentimiento de devoción lo que no era más que el más culpable de todos los instintos voluptuosos porque era imposible que al contemplar aquella imagen no ardiese en deseos de tener entre sus brazos, ardiente y viva, a la diosa que veía pintada en aquella tela.

Pero el infante no lo sospechaba. Estaba encantado de estar enamorado de la madre de Dios. Este amor le garantizaba la salvación eterna. Así son los españoles”.

Algunos autores, como Emiliano Herráez Pérez, biógrafo del infante don Luis, cuentan que este tenía en su oratorio una sagrada familia de Anton Mengs que le acompañaba en sus desplazamientos a los reales sitios.

Sin embargo, Casanova reseña con precisión una imagen de una virgen, no de una sagrada familia, cuya descripción nos hace pensar que la pudo ver en algún momento.

Por su parte, sorprende lo explícito de la voluptuosidad que veía Casanova en la imagen, al igual que, según el mismo, sentía el infante don Luis.