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Un juglar en nuestros días

Es todo un especialista en el arte musical barroco y renacentista, y no sólo porque conoce su historia con precisión académica, sino porque es uno de los pocos intérpretes de esta singular especialidad en nuestro país. Se llama Manuel Minguillón y es vecino de Boadilla del Monte desde hace cuarenta años.

 

Vecino de Boadilla desde los cinco años, estudió en el Colegio Mirabal, donde se inició en la música. “Enseguida pasé al conservatorio. Mi madre quiso ser artista e incluso tocó el piano. Por circunstancias de la vida, no fue más allá, pero se empeñó en que mi hermano y yo tuviésemos formación musical”, relata. También cursó estudios en la escuela municipal de la época. Luego completaría el grado medio de guitarra en Pozuelo, el equivalente de entonces a un título de profesor.

Licenciado en Ingeniería Industrial Mecánica por la Universidad Carlos III, su profunda inquietud por los instrumentos de cuerda pulsada de Renacimiento y Barroco le trasladó, primero, al aula musical de Gerardo Arriaga; luego, al Conservatorio Superior de El Escorial, para hacer la carrera de Instrumentos de Cuerda Pulsada de Renacimiento y Barroco con Jesús Sánchez; y, más tarde, a Basilea (Suiza), centro neurálgico de esta especialidad, para estudiar con el maestro Hopkinson Smith. El siguiente paso sería la Eastman School of Music en Rochester (Nueva York), donde obtuvo un Master —tiene otro en Calidad Total y Dirección de Empresas— y un Doctorado en interpretación de instrumentos antiguos de cuerda pulsada, con el maestro Paul O’Dette.

En los mejores escenarios del mundo

A sus casi 40 años, Manuel es uno de los grandes y contados especialistas nacionales en la interpretación de instrumentos como el archilaúd, el laúd o la vihuela. Como solista y en grupo, ha protagonizado innumerables conciertos y ha participado en los principales festivales, tocando en los mejores auditorios de España, Portugal, Francia, Reino Unido, Italia, Suiza, Polonia, Eslovenia, Estados Unidos, Canadá, Méjico y Australia. Sirva como ejemplos que ha tocado en el Auditorio Nacional de Madrid, en la Ópera de Sidney, en Londres... junto a los mejores de la especialidad. También en innumerables iglesias y catedrales, junto a la Compañía Española de Teatro Clásico…

Padre de dos hijos —el mayor, de 4 años, ya toca piano—, en la actualidad imparte clases en la Escuela de Música Mingui Estudio, que dirige junto a su hermano Julio –es compositor– en Parque Boadilla; forman a unos 60 alumnos. Y aborda conciertos, grabaciones –tiene siete discos, incluido uno por el año del Greco– y otras actividades. Por ejemplo, recupera libretos manuscritos que, en algunos casos, tienen más de 400 años, como óperas de Francesco Cavalli, que no se han vuelto a representar. Y es fundador y codirector artístico de la Academia Internacional de Música Antigua (AIM Antigua) desde 2012, que aúna cursos de música y un festival de esa variedad en el que profesores y alumnos interpretan una ópera en la que memorizan papeles y desarrollan la escenografía. “Vivo haciendo música de la mañana a la noche, todo el día. Cuando mis hijos, mi gran proyecto, se acuestan, apuro y trabajo hasta muy tarde. Es una pasión: realmente me dedico a algo que me entusiasma”.

¿Durante cuánto tiempo practica al día? Hubo épocas de hasta doce horas. Ahora, alrededor de tres o cuatro. El resto lo dedico a prepara conciertos, estudiar, elegir y ultimar repertorios, organizar la actividad y la gestión cotidiana…

¿Cómo es el público que asiste a sus conciertos? En general, gente mayor. No necesariamente experta, aunque también la hay. El público joven ha cambiado mucho, los valores, el concepto de esfuerzo… No sucede lo mismo en otros países como Suiza, Estados Unidos o Reino Unido.

¿Le gusta la música contemporánea? Sí, claro. De hecho, mi hermano me ha introducido mucho en ella. Me gustan autores como Jesús Torres. Pero, en general, aún no ha pasado el filtro del tiempo.

¿Qué valora de Boadilla? Me fascina su naturaleza, la modernización que ha experimentado… El palacio, desde el punto de vista artístico, es una maravilla. Siempre he pensado que ese entorno, también por factores como el coro Luigi Boccherini, sería ideal para montar conciertos de música barroca. La verdad es que me falta tiempo para desarrollar y presentar la propuesta.

¿Y que hay por aquí que no le guste tanto? Percibo poco sentido de comunidad en la gente. Paseando, observo y veo demasiada independencia: todo el mundo va a lo suyo. Hay, en general, mucha frialdad.