Boadilla y su historia

La nueva explanada del Palacio

Estamos a punto de ver finalizado un proyecto que convertirá la zona en el rincón más bello de Boadilla del Monte.

 

Estamos a punto de ver finalizado un proyecto –la remodelación de la explanada del Palacio– que nos ha costado a los contribuyentes cerca de dos millones de euros (inversión aportada íntegramente por la Comunidad de Madrid a través del plan Prisma) y muchas tardes de atascos para entrar en Boadilla por la carretera de Pozuelo.

 

El dinero, bien empleado está, pues ya era hora de que se invirtiera en este hermoso conjunto histórico, tan importante y a la vez tan descuidado y maltratado como es el Palacio del Infante Don Luis.

 

Y lo segundo, lamentable, por supuesto, pero evitable. En mi opinión, no habría costado mucho haber dispuesto un par de policías municipales o guardias civiles en la rotonda para aligerar el tráfico en las horas punta y evitar así los atascos.

 

En fin, ahora lo que toca es disfrutar del resultado. Y es que esta explanada ha recuperado lo que siempre debía haber sido: un gran preámbulo al espléndido edificio que da entrada.

 

El arquitecto José Ramón Duralde, experto en restauración de monumentos históricos, ha realizado un buen proyecto que aúna las necesidades actuales de la zona con su valor histórico, misión que sabe hacer muy bien, como ya demostró en la restauración del cercano Convento de la Encarnación, y está demostrando en la de la Iglesia de San Cristóbal.

 

Estudios previos


Duralde es un arquitecto que antepone el respeto absoluto a las trazas del edificio a cualquier protagonismo personal. Por eso le admiro. Sus proyectos comienzan haciendo un riguroso estudio e investigación histórica, no sólo de la actuación concreta que va a hacer, sino de la época, de otros monumentos similares. Se mete en la piel del arquitecto original para entender a fondo qué es lo que pretendía.

 

Un arquitecto que limita aquellos usos que considera incompatibles con la recuperación de los valores que defiende. ¡Cuánto tendrían que aprender esos otros arquitectos que, por el contrario, anteponen sus caprichos y necesidades actuales a los valores artísticos y culturales que tienen delante! ¡Cómo me gustaría a mí ver el Palacio del Infante don Luis restaurado por tan sabia mano!

 

Así es el proyecto


La actuación llevada a cabo por José Ramón Duralde parte de una explanada de tierra, desdibujada, abandonada y atravesada por una carretera, nada acorde con la importancia del palacio y su entorno.


Para elaborar el proyecto, Duralde toma como base el plano del catastro de 1868, en el que aparece una exedra que configura una plaza y encuadra la fachada principal del palacio, donde se ubica su acceso, concebida para su contemplación.

 

Culmina la exedra la gran fuente del arquitecto Ventura Rodríguez, artífice de todo el conjunto, y que también ha sido restaurada eficientemente.

 

La carretera se ha modificado, eliminando la curva introducida hace años, dejando una recta paralela al edificio para respetar la exedra. Se ha pavimentado de adoquines de granito en lugar del asfalto, lo que da un mayor realce a todo el conjunto.

 

Ese adoquinado no sólo sirve para armonizar mejor el pavimento con el palacio desde un punto de vista estético, sino para poner de manifiesto, con el cambio de textura y de tipo de rodadura, la presencia del palacio, creando un ambiente apropiado en todas sus manifestaciones posibles.

 

En mi opinión, esta zona debería ser totalmente peatonal en su recorrido frente al palacio. Para ello, como ya he dicho al principio, se deberían haber tomado las medidas necesarias durante la ejecución de la obra para evitar molestias a los vecinos. A estas alturas, el problema debería de haber estado resuelto de forma definitiva.

 

La zona más cercana al edificio se ha pavimentado con cintas de piedra de granito, haciendo una franja entre éste y la calzada, acorde con toda la arquitectura del palacio, y que se prolonga por delante de los zócalos de toda la edificación, como elemento de protección de los mismos.

 

Desde la calzada, y con la fuente como extremo más alejado del palacio, se ha trazado con los mismos encintados, una sencilla exedra, cuyo eje principal, que es el mismo eje del palacio, se pavimenta desde la puerta principal hasta la fuente y sirve para dar énfasis al acceso por la puerta central del edificio.

 

Una preciosa alameda enmarca toda la zona paralela a la calzada entre las rotondas situadas en ambos extremos de la misma, lo que invita al paseo como preámbulo al bosque de Boadilla.

 

La vegetación

 

Unos bellos tilos, traídos expresamente desde Italia, darán sombra con su gran porte, aunque habrá que esperar unos años para verlos en su plenitud. Otras áreas ajardinadas rematan el conjunto: praderas, macizos de lavanda y romero, coníferas de porte vertical (thuyas y cipreses), que combinan tan bien con el palacio, de evidente influencia del barroco clásico romano.

 

Y no podía faltar una cuidada iluminación, tanto del palacio como de la zona. La fachada iluminada desde el suelo y la fuente, que también ha sido restaurada, desde las farolas.

 

Un resultado espectacular que, combinado con la también restaurada vecina plaza del Rosario, convertirá la zona en el rincón más bello de Boadilla. Es la culminación de un esmerado proyecto de la mano de un arquitecto que, como él mismo dice, pone alma y vida en hacer las cosas bien. La clave: “Escuchar atentamente lo que ese lugar tenía que decir”.