Juventud

“Cuando estoy en la montaña, no pienso en nada más”

Alejandro González Úbeda tiene 13 años. Desde que hace tres años le llevaron por primera vez a un rocódromo, no ha parado de escalar y escalar: paredes, montañas… Un deporte en el que este vecino de Boadilla es ya casi un profesional y en el que apunta maneras.

 

Es un entusiasta de la naturaleza y de los deportes al aire libre. Pero en especial de la escalada. Aunque lleva relativamente poco tiempo –tres años practicando–, los entendidos se sorprenden al ver el buen nivel que tiene.

Alejandro González Úbeda nos cuenta cómo “de pequeño me gustaba mucho subirme a todos los sitios que podía, ya fuera en el campo o en la ciudad, como a farolas... Un día me llevaron a un rocódromo y me gusto mucho”. Y es así cómo comienza la historia de Alejandro con la escalada.

Sus primeros pasos los dio en el club The climb, en Alcorcón. Se cambió luego a otro de Majadahonda, más cercano a su domicilio. Ahí entrena una media de cinco horas en rocódromo. Y en Moralzarzal practica en la roca uno o dos días a la semana, además de los fines de semana.

Es un apasionado de la montaña. Su tiempo libre le gusta invertirlo allí,  ya sea andando, escalando o haciendo esquí. “Cuando estas en la montaña no piensas en nada más que en la montaña y te concentras en lo que estas haciendo”.

A su corta edad, ya destaca en el panorama del alpinismo. Ocupa el primer puesto en la categoría sub16 de la federación madrileña de alpinismo, y grado 7b+ de la escuela Patones. Actualmente, tiene una competición al año que es la liga juvenil de escuelas de Madrid, pero participa en varias excursiones como la que tuvieron el pasado puente de mayo en Tarragona.

Entre las dificultades a la hora de practicar este deporte, están la de encontrar compañeros de aventura o el transporte para llegar hasta la montaña. “Muchas veces cojo la bici y voy hasta la estación de Majadahonda. Tardo menos en llegar en bici que en transporte público. Ahí tomo la Renfe hasta Villalba”. Así que es su padre, Antonio, el que le acompaña a menudo y le lleva y le trae. Él también se ha aficionado a este deporte y es su hijo quien le enseña a subir y por donde.

Sus padres le han inculcado desde muy pequeño, tanto a él como a su hermano pequeño, ese amor y disfrute por la naturaleza. Antonio nos recuerda como anécdota lo que les dijo un montañero cuando Alejandro tenía dos años. “Le vio en Pirineos cómo se agarraba a la roca y nos lo dijo que nos iba a salir escalador”. No se equivocó mucho.

Dentro del mundo de la escalada, hay distintas opciones. Está la escalada Boulder, en roca pero de poca altura y sin cuerda, donde se asciende unos cuatro metros y unas colchonetas sirven para amortiguar la caída. Es la modalidad que más practica Alejandro en La Pedriza.

Luego esté la escalada deportiva, con una cuerda sujeta en anclajes fijos en la pared. Por último, está la psicobloc, que se realiza en paredes sobre el mar donde se escala entre dos y 30 metros. Se trabaja sin  cuerda: si te resbalas, caes al mar. Es la que probará este verano.

La afición de Alejandro condiciona al resto de su familia pues las vacaciones se planean teniendo en cuenta este deporte. “Es cierto que siempre nos ha gustado mucho la montaña, pero ahora hay que buscar los sitios buenos de escalada. Este año, por ejemplo, tenemos la intención de ir a Mallorca para que pueda hacer psicobloc. Ya las vacaciones de hacer turismo puro y duro, se nos han acabado”, nos cuenta su madre entre risas.

Ni que decir tiene que este es un deporte arriesgado… El miedo se pierde con la práctica. Alejandro se ha caído muchas veces, pero por suerte solo ha sufrido esguinces leves. “Es un deporte que te permite siempre avanzar, es una lucha contigo mismo y con ese afán por superarte cada día”.

Desde el principio ha tenido muy claro que quiere convertir su afición en su forma de vida, por lo que tiene pensado hacerse del Grupo Especial de Rescate en Altura (GERA) de los bomberos. Pero también baraja la idea de técnico de montaña o monitor de escalada.

En su día a día, compatibiliza su afición con los estudios. Saca buenas notas. Y con los amigos sale cuando tiene algún hueco, aunque confiesa que prefiere ir a la montaña. A más de uno ha tenido que medio engañar para que le acompañe. “El sale con sus amigos lo que quiere, pero muchas veces prefiere irse a la montaña y somos nosotros los que le decimos, ¿pero otra vez?”, comenta su padre.