Boadilla y su historia

Crónicas boadillanas

Este es el primero de una serie de artículos o noticias relativas a aspectos históricos, tanto generales como particulares, sobre nuestro pueblo, Boadilla del Monte. Su autor, Patricio Fernández, boadillano de nacimiento, nos acercará la historia conocida, o no tanto, de Boadilla y sus gentes.

 

 

Me hace especial ilusión iniciar esta serie de colaboraciones con una revista tan nuestra como Sólo Boadilla, que tantos asuntos de interés trata para todos nosotros. Es pretensión de este escribidor iniciar un recorrido por la historia en que se observa el orden de los tiempos (crónicas antiguas y modernas) en breves narraciones. Esa historia que fue primero de boca en boca –como acostumbraban los viejos cronicones– y luego por medio de la escritura, cuando el hombre procuró, siempre, transmitir las hazañas de su tiempo a la posteridad para que le sirvieran de lección y deleite.

Escribir estas crónicas boadillanas viene dado por la invitación que desde hace algún tiempo me hizo el director esta revista, enterado de que mis aficiones estaban encauzadas a la investigación sobre asuntos de Boadilla y la posterior publicación recogida en tres volúmenes de gran parte de este trabajo: Boadilla del Monte, un pueblo con historia (2011); Boadilla del Monte: Historias, almas y leyendas (2013); y A la sombra de los hipocondríacos (…) Crónicas en sepia sobre el Infante don Luis (2016). Volúmenes que serán sin duda alguna el alma de estas páginas. 

En cuanto al título de esta sección que iniciamos, el lector podrá encontrar en el prólogo del primero de mis libros algunas explicaciones para entender mejor el gentilicio de boadillanos, el más remoto y tradicional que se conoce. Reivindicar ese gentilicio viene avalado por el padre de mi tatarabuelo, Manuel López, que peleó contra las huestes napoleónicas con la rectitud, observancia e instrucción de un nativo de este pueblo. O sea, que seis generaciones me respaldan. Y todos eran boadillanos. Los gentilicios, al igual que las diversiones de raíz tradicional (protocolos del estado, ritos litúrgicos, la corrección en el lenguaje, la ortografía, los juegos infantiles…), persisten sin necesidad de manuales escritos con asombrosa fidelidad desde tiempos antiquísimos. 

Como bien sabemos, el gentilicio ordinario del idioma castellano o español, nombre que indica de dónde son las personas (ciudad, región, provincia o país), se forma, en general, añadiendo a los nombres de los lugares las terminaciones -a, -aco, -ano, -ario, -ense, -eño… Aunque son frecuentes los casos de arbitrariedad. Como creo que es el boadillense en sustitución del tradicional boadillanos o boadillanas. 

Amigos lectores, termino por donde tenía que haber empezado. Soy Patricio Fernández Sánchez, nacido en 1944, en este bendito pueblo que titula la revista. Crecí entre las albitanas de las huertas que tanto abundaban en las riberas de los arroyos. Inicié mi adolescencia en el gremio de artes gráficas, donde me sustenté durante tres décadas como operario de monotipia. Realizaba la composición mecánica en líneas fundidas en plomo, letra a letra, en galeradas de distintas medidas de cíceros, según fuese la caja del texto a componer. 

Uno de los fines principales de aquel trabajo era la transmisión del pensamiento, esquematizar e ilustrar ideas y documentar a la sociedad a través de algunos de sus vehículos principales: el libro o la revista, aceptado para divulgar distintas formas de persuasión y pensamiento. A eso vamos.    n